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Jefe incumplido

La única razón por la que estoy enviando esto es porque estoy atragantado. Necesito contártelo anónimamente.

Antes de darte más detalles y que la gente me obligue a ponerme una L roja en la ropa de 'Loco reculiading', debo decirte que esta situación me apena y avergüenza a partes iguales.

Llevo varios años trabajando en una importante empresa chilena que tiene presencia en casi todos los países del mundo. A pesar de que no gano mucho, estoy en una posición súper privilegiada: tengo muchas responsabilidades, libertad creativa, puedo liderar muchos proyectos interesantes y hacerlo desde una etapa muy temprana de mi carrera. Todo esto se originó de la necesidad de la empresa de tapar un hoyo que dejó un jefe al irse de un día para otro. Años de aweonamiento me han ayudado a tener tremenda cuea, por lo que a quien eligieron para tapar ese hoyo fue a mí. La promesa era que una vez me titulara (ya que comencé a trabajar como egresado) se formalizaría mi posición como jefe, pero de momento, se me daría la oportunidad de desempeñarme en dicha posición.

Los años pasaron y nos ubicamos en Santiago de Chile, a principios de este enero. Por fin, después de años de sudor y paja cósmica, pude entregar mi tesis y acceder a mi título universitario. Cantando y bien alborotada, le puse el título al gerente sobre la mesa, pidiéndole amablemente que todos aquellos compromisos se formalizaran, ya que por lo demás yo ya me estaba desempeñando súper bien en el cargo. El NO fue rotundo. Y no sólo eso: comencé a sentir cómo las cosas se tensaban y todo empezaba a volverse complicado para mí. Se me quitaron responsabilidades, se ponía en tela de juicio todo lo que hacía y finalmente hubo algo de acoso laboral no comprobable (peleas de pasillos, rumores, me ponían viajes de un día para otro). Por un tiempo pensé que la culpa era mía, así que cambié mi forma de afrontar a los jefes miles de veces. Fui más respetuoso, menos respetuoso, más argumentativo, apelé a sus emociones, hice el kamasutra del trato a los jefes, sin cambiar ni un pelo esta nueva actitud que estaban teniendo conmigo.

Nos ubicamos ahora en este lunes. Ahí estaba yo, bien presentable, con mi jefe sentado en su escritorio y yo frente a él, con mi carta de renuncia en la mano. Pedí por última vez que se valorara mi trabajo y que la situación cambiara, muy paciente. Hasta escribí lo que iba a decir en el teléfono porque a mí a veces me tirita la pera y el movimiento telúrico que causo es brígido y no se me entiende ni una weá. ¿Su respuesta? 'Ahí está la puerta. Si no te gusta, ándate. Te vamos a olvidar rapidito'.

Y en ese momento me bajaron todos los machitunes, la Sue Sylvester interna, escuché la cancioncita de Kill Bill, me convertí en la weona de Sin Filtro pero con chulapi.

- 'INFELIZ RECULIAO, MARICÓN, MARICÓN' -exclamé. Agarré su weá de muñeca hawaiana bailarina reculiá y me la pasé por la corneta y me la refregué bien refregá. -Ahí tení tu weá. -se la tiré al suelo y la hice mierda. Su cara se desfiguró y, cuando pensaba que iba a poner paños fríos a la situación, quiso devolverme el grito. ERROR. Me alimentó al Plankton que me estaba pilotando el cerebro en ese momento. -ME LAS VAI A PAGAR, ME LAS VAI A PAGAR TODAS. TODO, TODO SE DEVUELVE, MARICÓN REMARICÓN CULIAO MARICÓN MARICÓNG. -le decía moviendo las manos, botándole las weás al piso.

Así fue como me di la vuelta y, de nuevo, le empecé a refregar la corneta por el pomo de la puerta de vidrio. -MIRA CULIAO, MIRA, VA A QUEDAR LA WEÁ BIEN HEDIONDA A PICO. Y VO, CADA VEZ QUE VAI A ABRIR LA PUERTA, ME VAI A AGARRAR EL PEAZO. -le dije, fuera de mí mismo. Salí por la puerta y la cerré de un portazo. -VEN PO CULIAO, ABRE LA PUERTA CULIÁ. VO NUNCA ME VAI A OLVIDAR. NUNCA ME VAI A OLVIDAR. SIEMPRE QUE ABRAI LA PUERTA DE VAI A ACORDAR DE MI CORNETA. -le decía como maníaco pegando la cara a la puerta de vidrio.

Hasta el día de hoy me avergüenzo de lo ocurrido. Ni él me habla, ni yo le hablo. Razones sobran. Hoy es mi último día y no quería que esta historia quedara en secreto.

Eso sí, aprendí tres cosas sobre mí mismo:

Primero: me atribuyo gran culpa de todo lo que pasó. Debo aprender a decir que no y a hacer valer mis logros en el momento indicado.

Segundo: a pesar de que las empresas puedan tener un trato súper amoral con sus empleados, no hay que caer en la misma bajeza. Me arrepiento. Yo que siempre me jacté de ser profesionalmente intachable, siempre sabré que tengo una yayita. Y grande.

Tercero: No sé qué weá mi alter ego con andar refregando el pico. Debo revisarme eso.



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