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Depresión laboral

Estoy pasando por un período en que me siento depre. Adivinen por qué? Sí, asuntos laborales.

Estaba pasando que hubiera pasado si lo que quería, mis planes, mis ideas, mis sueños de recién titulada se hubieran hecho realidad. En verdad tenía vocación de servicio, pero bueno, me encontré de lleno con la selva de la competencia, individualidad y hasta faltas de éticas para sólo obtener un puesto. A veces pienso qué haré con mi vocación, porque a pesar de los años sigue ahí, y aunque he tratado de hacerlo por cuenta propia, ya que las otras puertas sienpre las he visto cerradas para mí, me dan tremendos portazos también por no poder acreditar experiencia en concordancia a los años que llevo titulada, así que me sigue persiguiendo el no conseguir un empleo en lo que estudié.

A veces lo que me anima es mirar algunas cosas que tengo. En mi primer internado profesional, como todos llegué como un pollito asustado. Tenía el susto de saber si sería capaz de bancarme ese período, si en verdad tenía los conocimientos suficientes, de no meter la pata y mandarme mansa negligencia que jodería a una persona y de que si me tocaría un profe guía abusivo y que me humillara. Nada de eso sucedió. Llegué a un lugar tan cálido, la profe super apañadora, un 7, y los pacientes que atendí en ese tiempo me trataron tan bien y hasta me regalonearon. Y cuando digo regalonear, es literal; abrazos, sonrisas, muchos chocolates (en mi vida en comido tanto chocolates como en ese tiempo), y regalos como peluche, flores, tarjetas, libro, broche, bandeja y chaleco. Sí, no todo fue perfecto, pero era lo menos. Quizás lo más y que hasta ahora sigo considerando inconcebible que esté regulado y normalizado, es el de atender a tantas personas a la vez. La kine trabajaba sola, y cuando estuve había tanta pega que literalmente no parábanos, a veces no teníamos tiempo de ir al baño, y el record que viví fue el de atender, entre las dos, a 12 personas a la vez. Una locura. Pero aún así el respeto, calidez, atención y todos los atributos positivos de un trabajo como éste estaba presente, a pesar de la presión. El último día que fui me hicieron una despedida sorpresa, pero organizado entre la profe y los pacientes. Nada de otros profesionales. Sentí que lo hicieron porque en verdad quisieron y no por obligación. En todos estos años no he vuelto a sentirme tan querida como ese entonces.

Me acuerdo de sus palabras de despedidas. Todos me auguraban éxito y un brilante futuro laboral. Nada de eso pasó. Pero bueno, acá estoy, tratando de seguir, ahora es la pandemia la que curiosamente golpeó fuerte a mi último intento de ejercer y trabajar en lo que amo, algo muy por el contrario de los que ahora viven los de mi rubro. Pero acá estoy, siguiendo intentándolo.

Cuando me acuerdo de ese internado, me gusta pensar que aunque haya sido por muy poquito tiempo, ayudé en verdad y de forma muy humana a esas personas. Es mi consuelo. Y como los recuerdos tanto, a pesar de todos estos años, sigo usando ese chaleco que me regalaron, ese broche me lo puesto varias veces y el peluche sigue adornando mi pieza a pesar de mi edad. Como han pasando tantos años, muchos de ellos ya no deben estar, pero los sigo teniendo en mis recuerdos y corazón.



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