Más inclusividad
Soy de Osorno y llegué a Santiago junto con mi amiga en busca de nuevas oportunidades. Nuestra primera parada fue en un café, nos sentamos y llega la encargada de atendernos, nos saluda con una sonrisa y se da el siguiente diálogo:
- Hola chiques!
- Chiques? le dije yo, también con una sonrisa.
- Así es, somos un café inclusivo! (dijo con orgullo).
- Mira que bien, que buena entonces, porque en un ratito viene mi hermana que es ciega. Tienen la carta en Braille?
- Ay no, eso no tenemos.
- Mmmm! Y no vas a creer, pero viene con mi hijo, que es autista. ¿Carta con pictogramas para la gente autista, tienen?
- Y no, perdón... Me dijo visiblemente nerviosa.
- No te hagas drama, suele pasar. Me imagino que lenguaje de señas para los clientes sordos deben saber... cierto?
- La verdad me estás matando. (me contestó sonriendo nerviosa).
Ella ya no estaba cómoda, sonreía con vergüenza, un poco de culpa, y un poco de embole también. Y ahí le dije:
- No te hagas drama, suele pasar. Pero entonces lamento contarte que no son un café inclusivo, son un café progre de cotillón, parte del triste relato que está de moda. En este caso de tu café, esta gente no podría hacer algo tan básico como comunicarse y pedir de comer o beber.
Quieres ser inclusivo? Incluye a todos ellos, y todos los que el sistema directamente no da lugar. Es difícil, sí y mucho, pero no debemos ser tan hipócritas como sociedad, ni tan selectivos con los DDHH.
Eso, espero que les haya gustado. Si vamos a ser inclusivos seamos con todo.