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La media histoooria!

La verdad es que, de pronto, tuve un remezón tremendo de cuestionamientos sobre mi vida laboral. Algo me golpeó tremendamente frente a la estandarización de la vida, que hizo preguntarme: ¿En verdad quiero seguir encerrado en una oficina frente a un computador, haciendo lo mismo hasta mi vejez? La verdad es que no.

Me encontraba desenvolviéndome en una carrera que, si bien, la ejecutaba correctamente, no me alcanzaba para ser brillante; menos para que me gustara. Solía trabajar para un estudio contable: Mucha pega, jefe aprovechador y poca paga. Cotizando para mi vejez por el sueldo mínimo más un bono de 60 lucas no imponibles; una completa miseria.

Entonces, ésta crisis casi existencial me llevó a tomar la decisión más arriesgada en mis 32 años de vida en este mundo. Tenía dos opciones: Me quedaba en mi trabajo estable que casi detestaba, ganando poco, sólo para pagar las deudas o, soltar las riendas, arriesgarme y buscarme una vida con tiempo, independencia y haciendo algo que me permitiera ganarme la vida y que, por sobretodo, me llenara como persona. Entonces seguí llevando contabilidades de forma independiente de algunos clientes rezagados de mi antiguo trabajo que se habían encariñado conmigo. Comencé un pequeño pero rentable emprendimiento con un amigo de la adolescencia y me lancé a la vida.

Por supuesto que lo primero que hice fue decirle a mi ex empleador lo desconsiderado que fue conmigo. Lo miserable que fue al menospreciar mi labor como su asistente durante 7 años. Yo lo único que quería era que me subiera el sueldo, por lo menos, unas 50 lucas y que me pagara las imposiciones por algo más que el sueldo mínimo más la gratificación legal. ¿Por qué? Porque con ese valor los organismos financieros recién te toman en serio. ¡Imponía por el mínimo no más, poh! Iba a solicitar un crédito y me mandaban a freír monos al África. El ejecutivo veía mis ingresos y se ponía a llorar conmigo, poh. Iba a una casa comercial o una tienda del Retail. ¿Y se han fijado que ahora te hacen colocar el dedito en un lector láser para ver toda tu información comercial? Colocaba el dedo en el aparato y, la persona que me estaba atendiendo, levantaba la mirada con ese prejuicio natural que tenemos nosotros los chilenos, y decía para sí mismo: 'Otro weón pobretón que viene a hacerme perder el tiempo'; 'Con la cagá de cupo que le van a dar a este weón y la comisión que me van a dar a mí por abrirle este crédito no va a alcanzar pa ni una weá'.

Así que el weón, enojado por ver tu miserable capacidad de endeudamiento, aplica la vieja confiable: “La Burocracia”. Entonces en tono despreciativo te dice:

-Debe traerme sus últimas tres liquidaciones de sueldo.
-Su contrato de trabajo.
-Su certificado de cotizaciones de los últimos 12 meses.
-Comprobante de domicilio firmado ante notario o una boleta de gasto básico (agua o luz) con su nombre.
-Su licencia de conducir.
-Certificado de licenciatura de kinder garden.
-Y carnet de registro de tenencia responsable de su mascota del municipio correspondiente.

Te queda mirando el weón con una satisfacción evidente al saber que te está mandando a la cresta sutilmente.

Y tú te sientes mal mirado, poh weón. Y uno sabe, uno sabe que los weones te ven todo por el puto sistema. Y de puro mala leche te piden una serie de papeles. Así que no te rindes, y pa puro quitarle la cara de satisfacción al weón del ejecutivo, vas en busca de los dichosos papeles. Y como uno es ordenado y, en estricto rigor, nadie sabe que estas recién renunciado; llevas tus liquidaciones, el contrato de trabajo 'vigente', certificado de cotizaciones con tus imposiciones por el mínimo y los putos otros papeles que el puto del ejecutivo te pidió.

Mi mamita querida aún conservaba mi licenciatura de kinder. Y como soy una persona estandarizada por el sistema, también tenía mi carnet de mi gata inscrita. ¡Qué weá! Se los llevé al weón.

Le hago llegar los papeles al tipo, y ahora yo le pongo cara de satisfacción al ql. Me dice: Espere un momento mientras verificamos la información. Y ahí te quedas esperando, mientras observas como otro montón de gente está haciendo el mismo trámite que tú para entrar al sistema comercial y económico de este país. A tu lado izquierdo: Una dueña de casa sin trabajo y, a tu lado derecho: Un universitario cesante... con una pinta de curao y weno pa la cimarra el weón.

Entonces, mientras esperas, te imaginas qué cosas vas a comprar con tu tarjeta de crédito: Un regalo para tu hija o un perfume de la tienda comercial para tu mujer.

-'Tiene un cupo de quinientos mil pesos'. Paras las orejas, saliendo de tus consumistas elucubraciones, pensando que te dicen a ti, pero no... Le indicaban a la dueña de casa que salía caminando con una brillante tarjeta de crédito del módulo de atención. “¡Chucha!” -Es tu primera expresión. 'Están buenos los cupos.' -Te dices a ti mismo. Miras para el lado del Universitario pasado a chicha, y la ejecutiva le dice: 'Tiene un cupo de ochocientos mil pesos'. “¡Conchemimare!” -Me dije. ¡Puta que están wenos los créditos! Mientras el universitario salía cagado de la risa con su tarjeta. Seguramente a comprar copete el weón, pa celebrar. Pero eso no me debe importar, estoy siendo pre-juicioso... que raro eso en mí.

500 lucas; 800 lucas, a gente que no tiene ingresos. Puta, a mí me darán un palito entonces. -Comienzo a decirme mientras imagino que el regalo, tal vez, debería ser más grande. Quizás comprarle algo a mi mamita también. Más que mal, ella aún tenía mi certificado del Kinder; sin ella no estarían dándome el crédito. Y en eso estoy, soñando otra vez, mientras llevo 45 minutos esperando que verifiquen mi información.
Llega el perla del ejecutivo. 'Está aprobado su crédito, señor; su cupo es de cincuenta mil pesos' - me dice. (Expresión de decepción) ¡50 lucas! ¿En serio 50 míseras lucas de cupo? ¡Te sientes como el pico, poh weón! ¿Cómo chucha te explicas que a una dueña de casa y a un universitario; personas sin ingresos, les estén dando un cupo -por lejos- más alto que el que te dieron a ti? Pescas la tarjeta y no se la tiras no más al weón por la cabeza pa no sentir que perdiste en vano los 45 minutos esperando por la weá. La idea del regalo... ¡a la mierda!

Y ahí uno ve una cosa bien clara: Que somos esclavos. La esclavitud moderna no tiene que ver con cadenas ni grilletes. Nos esclavizan con tarjetas de crédito; vendiéndonos una idea de status el cual tenemos que alcanzar. Vendiéndonos deuda, ¡ese es su negocio! Con eso te esclavizan. La pobre señora, sin trabajo, lo más seguro es que reviente esa tarjeta comprando cosas para su casa. ¿Cuándo va a poder pagar ese cupo? Que, más intereses y todos los cobros involucrados, son más que las 500 lucas que le dieron en un comienzo. Una esclava más para el sistema; una persona que debido a la impotencia de no poder pagar, se pondrá triste y eventualmente enfermará. Ahí entrarán otras bestias a devorarla: El negocio de la salud y las farmacéuticas. Ni hablar del universitario que, seguramente, ya estaba endeudado con el puto CAE.

De ese sistema es del que me quise salir, escapar... porque, a decir verdad, le tuve miedo. Pasaron 7 años para darme cuenta de que yo sólo era un número que producía, que no me podía enfermar ni darle prioridad a mi familia porque tenía que trabajar. Encerrado en una oficina, perdiéndome todo lo hermoso que tiene este mundo. Ni vacaciones me podía tomar por el compromiso que tenía con mi trabajo. Me llamaban a mi teléfono personal, trabajaba los sábados y domingos, atendía llamadas después de mis horarios de trabajo y que, por mi voluntad, los atendía. Pero eso a mi ex-jefe no le importaba. Él me pagaba mi sueldo no más y con eso tenía que darme por pagado. Las solicitudes de aumento de sueldo siempre fueron infructuosas. Ni cuando obtuve mi título profesional fue suficiente. Por todo eso es que decidí escapar de toda esta cosa sistemática de esclavitud moderna. Tengo deudas, como todas las personas. Y eso mi jefe lo sabía. Pensaba que con la necesidad que yo tenía de trabajar para pagarlas, con eso, me iba a mantener fiel a su oficina. ¡Pero no!... fui valiente y renuncié.

Así que lo que procedía era firmar mi finiquito para desligarme formalmente de mi trabajo. Por la calidad de mi desvinculación, según la Ley laboral chilena, al renunciar pierdes la indemnización por años de servicio. Y por más penca que fuera mi sueldo, igual alcanzaban a ser casi tres millones de pesos. Los perdí.
Y como mi ex empleador tomó mi acto de valentía como una traición hacia su confianza, tampoco pude optar a conseguir, si quiera, una indemnización pactada. Salí con lo que me quedaba de sueldo (50 lucas) y vacaciones proporcionales (poco más de 100 lucas). En siete años de servicio salí con un poco más de 150 mil pesos a enfrentar mi vida como trabajador independiente. Sin ahorros, con deudas que superaban el millón de pesos y con el miserable consuelo de poder rescatar lo que había cotizado en el seguro de cesantía.

Con 150 mil pesos en el bolsillo, en un acto de estúpida rebeldía y, a modo de celebración, invitaré a la bruja a comer.

Uno es estúpido. El chileno gasta siempre más de lo que tiene, y yo no iba a ser la excepción. Invité a mi mujer al restaurant más pirulo de la ciudad; de esos restaurantes que te cobran por el agua y que cada plato sale 50 lucas.

Así que le dije: 'Mi amor, arréglate que te invitaré a comer al mejor restorán de la ciudad esta noche'. Ella, en su pensamiento mágico, seguramente pensó que, después de 10 años de relación, finalmente le pediría matrimonio por la calidad de la invitación. Pensó que me habían ascendido o que me habían hecho socio del estudio contable. Me di cuenta por la calidad de su producción porque, en cuanto le comuniqué mis intenciones de salir, partió corriendo a la maquilladora, a hacerse el pelo, las uñas, las pestañas, con decir que hasta la “canala” se depiló.

Cuando volvió a casa yo ya estaba listo y bien presentado.

-¿Amor? ¿Cómo me veo? -Me dice una muy emocionada mujer. -¿Cómo luce mi maquillaje?

La quedo mirando fijamente y, luego de reflexionar cuidadosamente mis palabras. Porque un hombre tiene que tener cuidado cuando le va a responder una pregunta a su mujer. Le digo: 'Bien, te ves bien... si quieres salir a matar a Batman, ese maquillaje está perfecto.'

Fue la peor respuesta que le pude dar a mi señora. Se enojó tanto, que se desparramó el maquillaje de pura rabia por mi broma y se fue a encerrar a la habitación. Me sentí como el hoyo. Siempre se me olvida que ella no tiene el mismo sentido del humor que yo.

Al final fue para mejor. Hubiera sido cruel haber salido a gastarme irresponsablemente las últimas 150 lucas que me quedaban en los bolsillos. Y yo lo único que quería era darme el lujo de, cuando llegara el garzón y me entregara la carta, decirle: Buenas noches. ¿Qué ofrece la carta hoy? Y que éste me dijera todo estirado:

'Estimado Señor. De entrada le puedo ofrecer: (Le puedo ofrecer... como si la weá fuera de él). Alcachofa Grillé, crema de maíz dulce y mojama de atún rojo o ensalada de salmón ahumado sobre crema de aguacate, nueces y alcaparras. El plato principal y la estrella del chef para esta noche es: Merluza de pincho hecha a la 'Ondarresa' y sus verduritas o, si prefiere, Lingote crujiente de cerdo asado a baja temperatura, coliflor y piparras salteadas y compota cítrica de reyneta, peras, ciruelas pasas y moscatel. Y de postre le tengo tarta de mousse de limón sobre coulis de menta. Para su entremés le puedo ofrecer Terrina de foie micuit con cebolla caramelizada y sus tostas chistorras con humus de garbanzos. De la bodega le puedo traer agua mineral, cervezas artesanales y nuestra carta de vinos. Y si me permite recomendarle uno, le ofrezco un vino cosecha del 73, Cabernet Souvignon, Torreón de Paredes'.

Lo iba a dejar decir todas esas weas con el solo objetivo de enrostrarle todo mi dineral en la cara y decirle: ' Maestro, no se preocupe. Soy de un paladar un poco más sofisticado. Así que dígale al chef que me ofrezca perspectiva y que me sorprenda con su mejor plato de Carne Mechada con puré'.

Pero eso no sucedió, pasó sólo en mi imaginación, como tantas otras veces.

Así que partí al supermercado para comprar algunas cosas y prepararle una sencilla cena a mi mujer y contarle sobre mi decisión de renuncia. Ella sólo me abrazó y me dijo: “Me alegra que hayas sido tan valiente. No era sano seguir en un empleo donde no estabas bien. Te apoyo y cuenta conmigo para todo lo que se venga más adelante. Eres seco y te irá bien”.

Pero eso tampoco sucedió, sólo lo imaginé también. Me mandó a la chucha por weón y me dijo que me metiera la cena qla de supermercado por la raja, y que no iba a tener weones cesantes en la casa, que fuera buscando pega de la weá que fuera. – ¿No te gusta contar chistes? ¡Hace esa weá poh! Escribe un monólogo y ve si haces reír a los weones. A ver si escribir cabezas de pescado te sirve de algo alguna vez. – Me dijo, mientras cerraba la puerta de la pieza en mis narices.



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