No soy solo trabajo.
Este año aprendí algo incómodo en el trabajo:
cumplí todo, entregué a tiempo, resolví problemas que no eran míos, estuve cuando otros no estuvieron...
y aun así, no siempre me sentí vista.
Al principio pensé que era falta de reconocimiento.
Luego entendí que era peor:
me estaba acostumbrando a dar de mas, sin agradecimiento.
Un día me escuché decir:
“cuando pase esto, recién ahí voy a descansar / estar tranquila / sentir que valió la pena”.
Y no pasó.
Nunca pasa.
La confesión es esta:
trabajé bien, sí...
pero también me exigí de más por miedo a fallar,
por no decepcionar,
por creer que descansar era un premio y no un derecho.
Cierro el año sabiendo algo simple pero importante:
mi trabajo habla de mí,
pero no soy solo mi trabajo.
Y esa reflexion si que la aplicare el siguiente año...
