Tengo 33 años y hay algo que casi nunca digo en voz alta: no me gustan los besos.
No me nacen, no los disfruto como se espera y no es algo que haya cambiado con el tiempo.
A mi pareja le doy lo justo y necesario: piquitos de despedida, algún gesto corto de cariño.
Los besos apasionados han sido muy pocos en nuestra relación y no porque no haya amor, sino porque el contacto con otra persona me incomoda profundamente. Me atormenta, me pone tensa.
Los besos en público no me gustan en absoluto, y en la intimidad solo en ocasiones.
Prefiero demostrar cariño de otras formas, dar besos en otras partes, pero besos con lengua no. No es rechazo a la persona, es un límite mío.
Durante mucho tiempo pensé que algo estaba mal en mí, que no era 'normal', pero hoy entiendo que simplemente así soy.
Siento, amo y me entrego de otras maneras, y eso también es válido.
Esta es mi verdad, aunque no encaje con lo que se espera del amor.
