Un recuerdo fugaz
Hoy, vitrineando en el pasillo de perfumería del súper, me topé con una caja verde que no veía hace décadas: una colonia Flaño.
Me fui a negro y volví a cuando tenía 16 años. Mi primera polola me regaló una igual para Navidad. En ese tiempo, los dos éramos de familias súper humildes, de verdad contábamos las monedas para poder compartir un helado.
Terminamos a los pocos meses y, de puro pavo. Igual nunca abrí la botella. Quedó ahí guardada.
Pero hoy, parado frente a la estantería con 40 y tantos años encima, recién le tomé el peso real. Para mí en ese tiempo fue un regalo más, pero hoy entiendo que para ella, con la falta de lucas que teníamos, comprarme esa colonia original debe haber sido un sacrificio gigante. Capaz que estuvo juntando peso a peso por meses.
Me quedé pegado mirando la caja un buen rato, con un nudo en la garganta. Qué será de ella hoy. Ojalá la vida la haya tratado bien. Uno de cabro chico no valora el cariño de verdad.
