La soledad en compañía
Confieso que pasar el Año Nuevo trabajando de garzona en eventos es una sensación súper rara.
Mientras todos cuentan '10, 9, 8...', tú estás rezando para que no se te caiga la bandeja con las copas de espumante porque te empujan por todos lados.
Justo a las 12, cuando queda la escoba y todos se abrazan y lloran, uno se vuelve invisible. Estás ahí parada, en medio de la fiesta, y nadie te pesca, o a lo más algún curado te da un abrazo hediondo a alcohol por lástima.
Me tuve que esconder en la cocina cinco minutos para llamar a mi mamá y desearle feliz año rapidito antes de que el jefe me gritara para seguir sirviendo.
Llegué a mi casa a las 7 de la mañana, con los pies hechos bolsa y oliendo a copete ajeno. La paga fue buena, sí, salvó el mes, pero pucha que se siente la soledad rodeada de tanta gente.
