La vida es dificil
Nos vendieron la pomada completa y nadie nos advirtió de la letra chica.
Desde chicos nos pasaron un guion, como si fuera una lista de supermercado: terminas el colegio, vas a la universidad, encuentras una buena pega, te casas, compras la casa propia, tienes hijos, te compras un perro y vives feliz para siempre. Nos lo dijeron con tanta naturalidad, como quien te dice 'lávate los dientes antes de dormir', que asumimos que era el curso natural de las cosas. Lo 'normal'.
Pero nadie se sentó a explicarnos que cada uno de esos pasos es una maldita batalla campal.
Es como si a los 18 años te pasaran unas zapatillas y te dijeran: 'Ya, ahora corre una maratón'. Y tú, sin entrenamiento, sin agua y sin mapa, sales a correr pensando que es lo que todo el mundo hace fácil. Y cuando te empiezan a doler las piernas, cuando te falta el aire, miras para el lado y sientes que eres el único que está sufriendo, el único 'fracasado' que no avanza al ritmo que te impusieron.
A nosotras nos criaron con la estafa de Disney, esa idea de que el amor es un destino, que el príncipe llega y te soluciona la vida. Nadie te dijo que el 'príncipe' también tiene deudas, trancas, miedos y que la convivencia no es un baile en el salón real, sino ponerse de acuerdo en quién lava los platos o cómo llegar a fin de mes sin matarse. Nadie te dijo que encontrar una pareja sana en estos tiempos es casi como encontrar una aguja en un pajar.
Y si no cumples el check-list, la sociedad te mira raro. Si arriendas a los 40, 'qué inmaduro'. Si no tienes hijos, 'qué egoísta'. Si no te casaste, 'se te pasó el tren'. Te hacen sentir que fallaste en lo básico, cuando en realidad, 'lo básico' es increíblemente difícil.
Por eso escribo esto, para que cambiemos el switch...
Si lograste sacar un título, no es 'lo que tenías que hacer'; es un triunfo gigante de noches sin dormir y estrés. Celébralo.
Si lograste comprarte una casa o un departamento, aunque sea de 30 metros cuadrados y lo pagues a 30 años, eres un titán que logró convencer a un banco y juntar un pie en una economía imposible. Siéntete orgulloso.
Y sobre todo, miremos a esos viejitos que llevan 50 años casados con otros ojos. Eso no es 'suerte' ni es 'lo normal'. Llegar a viejo con la misma persona, criando hijos que no te odien y siendo medianamente felices, es un logro de paciencia infinita, de perdón diario, de remar contra la corriente mil veces. Es un milagro de voluntad.
Dejemos de ver la vida como una lista de tareas pendientes que cualquiera hace. No cualquiera lo hace. Si has logrado aunque sea una de esas cosas, o si simplemente has logrado mantenerte cuerdo y buena persona en el intento, ya ganaste tu propia maratón. Que nadie te diga lo contrario.
