La llamada
Hola a todos. Escribo esto con el corazón en la mano, recién dada de alta de la clínica.
Ayer tomé el teléfono y lo llamé. Sabía que era arriesgado, porque a esa hora él siempre está en casa con ella, con su esposa. Me contestó con voz de miedo, casi susurrando, seguramente escondido en el baño.
Solo quería decirle una cosa: 'Ya nació. Estamos bien, lo malo ya pasó'.
Sentí su silencio nervioso al otro lado. Antes de que me diera explicaciones baratas, le dije lo que él necesitaba escuchar para su tranquilidad: 'No tengas miedo, ella nunca lo sabrá'. Ese es mi pacto de silencio.
No le pedí que la dejara, ni le pedí plata. Solo le pedí una miseria de afecto: que de vez en cuando mande un mensaje, una señal de vida, una postal... y quizás, para la pascua, que se acuerde y le mande un juguete al niño. Aunque sea una pelota de plástico, lo más barato que encuentre.
Corté la llamada y me quedé sola mirando a mi hijo. Asumí que esta es la vida que me tocó, esperando las sobras de cariño de un hombre que nunca va a ser mío.
