El tupper
Tengo 28 años, soy profesional, vivo solo y me pago mis cuentas, pero todavía le tengo terror a mi mamá por una pura cosa: los tuppers.
El fin de semana fui a almorzar a su casa y me pasó las sobras en un pote plástico, de esos viejos que son carne de perro. La cosa es que se me quedó en la oficina un par de días y, cuando lo fui a buscar, ya no estaba. La señora del aseo lo debe haber botado porque, siendo honesto, debía tener vida propia adentro.
Llevo dos días recorriendo los chinos y supermercados buscando uno idéntico para reemplazarlo y que no se dé cuenta. He gastado más en bencina buscando el pote que lo que valía la comida.
Si no encuentro el mismo modelo antes del domingo, voy a tener que inventar que estoy enfermo para no ir a verla. Prefiero mentirle a decirle que le perdí su tupper favorito.
