Y al final todo salio.
Todo comenzó con un compañero de trabajo y una oferta de TikTok demasiado buena para ser verdad. Nos contó que había encontrado un vendedor de zapatillas usadas que las ofrecía a precios de risa, y que estaban "absolutamente impecables"
Caímos de cabeza en el anzuelo. Un día nos conectamos todos al live de TikTok. El vendedor mostraba modelos geniales a precios ridículos; era una fiebre colectiva y compramos todos, en masa. Las últimas zapatillas en llegar fueron las mías. Al final, lucían igual que en el video: casi nuevas, usadas solo un par de veces, en apariencia perfectas.
Me las puse por primera vez, y el infierno comenzó. A las pocas horas de usarlas en el trabajo, sentí una picazón que me taladraba los pies. Al llegar a casa y quitármelas, el hedor que subió era... indescriptible. No era solo olor a pie; era un olor fétido, a humedad, a químico y algo agrio. Usé talco y me lavé como nunca, pero al día siguiente, la picazón y el hedor volvieron con más fuerza.
En la colación, se destapó la olla.
"¿Cómo les han salido las zapatillas de TikTok?", pregunté, y el comedor se convirtió en un grupo de apoyo anónimo para pies fétidos. A todos les pasaba exactamente lo mismo. Uno dijo que las tuvo que botar de inmediato "porque rn la casa lo estaban penando". Otro estaba al borde del divorcio, casi lo echan por el hedor.
Lo más bajo fue nuestro contacto: cuando le preguntamos, se encogió de hombros y dijo: "Ah, es que yo siempre he sido hediondo a pata, así que pasé piola con el olor".
El desenlace para la mayoría fue el consultorio. Mis pies estaban destrozados, cubiertos de llagas e infectados. El olor se filtraba por el cuero de los zapatos, y la curación me costó más del triple de lo que había pagado por esa basura. No fui el único: a un compañero le tuvieron que dar licencia de varios días porque la infección era tan grave que no podía ni apoyar los pies en el suelo.
Y así fue como, a punta de dolor, picazón y hedor, aprendí una lección invaluable: Lo barato cuesta caro.
