El arrependido
Soy hombre de 33 años y estuve 17 años con la mujer que fue mi hogar. No solo mi pareja... fue mi compañera de vida, la madre de mis dos hijas, la persona que estuvo ahí cuando nadie más estaba. Empezamos jóvenes, enamorados, soñando. Los primeros años fueron hermosos. Teníamos una familia que yo nunca supe valorar.
Con el tiempo, me perdí. Me fui detrás del carrete, de las risas falsas, de amigos que desaparecieron cuando más los necesité. Dejé de lado lo más sagrado que tenía: mis hijas y la mujer que me amaba. No llegaba a casa, mentía, apagaba el celular. La vi llorar tantas veces... suplicarme que cambiara... decirme que nuestras hijas no merecían verme borracho, que yo les estaba enseñando lo peor. Y aun así, fui ciego, sordo y egoísta.
Ella me cuidaba incluso cuando yo no la cuidaba a ella. Aunque estuviéramos peleados, igual me preparaba comida para ir a la pega. Siempre había ropa limpia, un plato caliente, un gesto silencioso de amor. Y yo... yo pagué todo eso con indiferencia. Incluso cuando estuvo enferma, con fiebre, yo elegí irme a carretear. Ese día, sin darme cuenta, crucé una línea. Fui cruel. Fui alguien que hoy me da vergüenza recordar.
Terminó conmigo dos veces, y aun así, cuando volvía, yo repetía la misma historia. Me perdía desde el viernes hasta el lunes, como si mi familia no existiera. Le rompí el corazón una y otra vez, hasta que un día, simplemente... se cansó.
Hace 7 meses me dio el último aviso, me dijo que si volvía a fallar, era para siempre. Y al mes, volví a caer. Esa fue la última vez que vi su amor, me echó de la casa, y recién ahí entendí lo que había perdido. Desde entonces he caminado solo, arrendando una pieza, sin carretes, sin esos 'amigos'... y con un silencio que pesa más que cualquier resaca.
La vi hace poco más linda que nunca, más fuerte más llena de vida y ahí me golpeó todo, destruí a la mejor mujer que tuve en mis manos. La hice sufrir, la cansé y la decepcioné.
Ahora cuando ya no está, recién entiendo quién era ella: una mujer de hogar, de esfuerzo, de amor en los detalles... no en palabras, sino en actos. Yo tuve oro en las manos y lo tiré al piso como si nada.
Hoy la extraño con una fuerza que duele, me arrepiento con una culpa que no me deja dormir y lo peor es saber que ya no tengo derecho a tocar su puerta, ni a pedir una oportunidad. Ella puso límites. Y esos límites existen porque yo los provoqué.
Me quedé sin familia, sin casa, sin amigos... y sin ella. Pero más que perderla a ella, me perdí a mí mismo. Y hoy sé que necesito ayuda necesito terapia necesito reconstruirme como hombre y como padre. No sé si algún día podré sanar el daño que hice, pero al menos quiero dejar de ser la peor versión de mí.
No escribo esto para que vuelva, tampoco para dar pena lo escribo porque por fin entendí la verdad: perdí al amor de mi vida por mis propias decisiones y ese es un dolor que voy a cargar por mucho tiempo.
Solo me queda aprender, cambiar... y ser mejor por mis hijas. Porque ellas todavía merecen un padre que no desaparezca. Un padre sobrio, presente y Coherente.
