Pasando el filtro...
He leído las confesiones sobre los reclutadores, esos villanos que, según entiendo, se dedican a destruir sueños por puro deporte...
Parece que hay una creencia de que los reclutadores somos una especie de malvados que tenemos una bodega infinita de puestos de trabajo y, por simple maldad, decidimos no repartirlos. La gente escribe como si el proceso de selección fuera un acto de caridad que se nos está negando. 'Deberían darnos una oportunidad a todos', 'no leen bien mi CV', 'el filtro es muy injusto'.
Se los voy a explicar para que lo entiendan... Imaginen que la empresa es una discoteca. Hay una fila de 300 personas y adentro solo caben cinco. El reclutador es el portero... Su trabajo no es hacer que las 300 personas se sientan validadas y especiales. El trabajo es decirle a 295 personas que se vayan para la casa. No importa si es el más simpático, empático y con el mejor currículum en 'apertura de oportunidades' del mundo. La disco sigue teniendo espacio para cinco. No puede, por arte de magia, construir un segundo piso.
Quieren que el filtro sea un abrazo grupal. Quieren que, en lugar de un proceso de selección, hagamos una terapia donde todos descubran su potencial. El problema es que al gerente que necesita un contador no le sirve un poeta que 'tiene muchas ganas de aprender'. El reclutador no crea las vacantes. No decide el presupuesto. Es el parachoques humano que la empresa pone para no tener que decirle a cientos de personas que no cumplen con lo que se necesita.
Así que, la próxima vez que los rechacen, no le escriban un poema al reclutador. Ahorren esa energía y úsenla para entender una verdad matemática muy simple: si hay dos vacantes y postulan cien, noventa y ocho se van para la casa.
No es maldad. Es aritmética. Y contra eso, ni el reclutador más empático del universo puede hacer nada.
