El metro tiene una pena
El metro tiene una pena que con el tiempo no se muere.
Nose si alguien me recuerda, soy quien saludaba en el andén de baquedano y hablaba con quien notaba que lo necesitaba.
Les quiero contar que aún sigo haciendo lo mismo, sigo trabajando a la punta del cerro de mi casa y en cada estación que ando saludo y hablo con quien noté que lo necesite, en todo este tiempo he compartido abrazos, cafés, risas y llantos, he escuchado penas y he acompañado en silencio a quien me lo ha pedido.
Con esto quiero recordarles que la amabilidad aún existe en Santiago, que habemos gente buena que si nos duele un suicidio en las vías, que se nos apreta el corazón al saber que esa fue su única opción y que si podemos hacer algo al respecto no dudaremos en hacerlo.
Yo sigo acá invicto, escuchando, abrazando y acompañando, porque el metro tiene una pena que el indolente de mierda no quiere ver.
