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Nunca imaginé que la vida nos sorprendería de esa manera. Ser mamá era un sueño lleno de ilusiones: imaginaba su carita, su sonrisa, su futuro. Pero jamás pensé que mi hija nacería con una fisura labio palatina. Uno nunca cree que estas cosas puedan tocarte… hasta que un día te tocan, y todo el mundo cambia de golpe.
Cuando la vi por primera vez, sentí un amor tan grande que nada podía opacarlo. Su condición no era un defecto: era parte de su historia, de su valentía. Lo que no sabía entonces era lo difícil que sería su camino. Porque aunque mucha gente lo toma a la ligera, o incluso como motivo de burla, la verdad es que esta condición no es sencilla. Detrás de cada niño con fisura labio palatina hay un recorrido duro, lleno de tratamientos invasivos que empiezan desde que son apenas unos recién nacidos.Antes de que ella aprendiera a caminar, ya conocía hospitales. Antes de decir sus primeras palabras, ya había pasado por procedimientos y cirugías. Y cada uno de esos momentos fue un acto de coraje, mucho más del que se espera de un niño tan pequeño.
Pero lo que más duele, lo que más me rompe por dentro, no son solo las cicatrices visibles. Son las palabras. Las risas crueles. Las miradas que juzgan sin entender. Porque la gente no imagina todo lo que hay detrás. Creen que es un detalle sin importancia, o peor aún, una excusa para burlarse. No saben que esos niños luchan desde el primer día. Que su camino está lleno de retos, de dolor, de recuperaciones largas. No saben que ellos son, en verdad, guerreros silenciosos.
Y ahí aprendí lo que es la empatía real comprender que uno nunca sabe cuándo le puede tocar, que nadie está libre de que la vida dé un giro inesperado. Entendí que antes de juzgar, mirar o herir, debemos aprender a ponerse en los zapatos del otro. Porque detrás de una condición física hay un ser humano, un niño con un corazón enorme, con sueños, con miedos, con una fuerza inmensa.
Mi hija me enseñó a ver el mundo con más profundidad. Me enseñó que la verdadera belleza está en la valentía; que las cicatrices, lejos de restar, cuentan historias de lucha y resiliencia; y que la empatía es un regalo que todos deberíamos practicar.

Ella es mi orgullo y mi inspiración diaria. Y aunque su camino no ha sido fácil, su luz es tan grande que ninguna burla puede apagarla. Porque ella nació con algo extraordinario: un corazón fuerte y una capacidad inmensa de seguir adelante, siempre.
Que tiene de laboral esto?
Que ahora me dedico a ella viajando 4 horas ida y vuelta 3 veces a la semana para sus tratamientos, con un emprendimiento difícil que sustenta nuestros costos de viajes pero tratando de hacer lo mejor para ella



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