En la jungla...
Como la historia del que aprendio que lo bueno del asado es para el final... aprendimos por las malas otras cosas...
Ah, la fiesta de fin de año. Mi época favorita para observar la selección natural en la oficina.
El año pasado, en mi primera fiesta, anunciaron el 'Amigo Secreto'. El mail era clarísimo: 'Presupuesto sugerido: $10.000'. Como buen novato y responsable, me esmeré. Busqué un tazón con un meme, de esos 'ingeniosos', y le sumé unos chocolates finos. Justo en el límite de las 10 lucas. Un regalo perfecto, pensé yo, iluso de mí.
Llegó el día. Y empezó el desfile de la opulencia. Un perfume de marca por aquí, un whisky 12 años por allá, una gift card de 50 lucas para una tienda cara. Yo entregué mi tazón con una sonrisa que se me fue congelando en la cara. Cuando me pasaron mi regalo –un audífono Bluetooth que costaba por lo menos 40 lucas– sentí la humillación más profunda que se puede sentir en el mundo corporativo.
Los antiguos se miraban entre ellos con sonrisas cómplices. El presupuesto de 10 lucas era el filtro para cachorros. La primera prueba.
Este año, el mail de las 10 lucas llegó y yo solo sonreí. Ya compré el regalo para mi 'amigo secreto', un colega antiguo. Me costó 35. Y ahora, desde la comodidad de mi antigüedad, solo me queda sentarme a ver cómo las nuevas crías aprenden la lección. Bienvenidos a la jungla.
