De algo servirá
Actualmente trabajo en una jefatura, y cada cierto tiempo realizamos retroalimentaciones a los trabajadores junto a mi jefe directo.
En una de esas instancias, conversamos con una trabajadora que, sinceramente, se caracteriza por tener una actitud poco agradable y por no llevarse bien con nadie del equipo. Suele hacer comentarios irónicos o malintencionados que la mayoría prefiere ignorar, y ya he recibido varias quejas sobre su comportamiento, tanto de parte de sus compañeros como de los usuarios.
Durante la retroalimentación, le mencionamos los aspectos que debía mejorar, según observaciones y reclamos que habían llegado. Hasta ese punto todo bien. Sin embargo, después de la conversación, esta persona comenzó a llorar… y no paró. Estuvo llorando, suspirando y volviendo a llorar por tres horas seguidas, en la oficina compartida con todo el equipo. No asumió responsabilidad alguna, más bien culpó a los demás, y continuó llorando sin parar. El ambiente se volvió muy tenso; nadie sabía cómo reaccionar.
Después de eso, se puso unas gafas de sol y estuvo todo el día asi, atendiendo a usuarios y trabajando con los lentes puestos. Todos quedamos bastante desconcertados por su actitud.
Y lo más insólito es que la retroalimentación no sirvió de mucho, porque al poco tiempo volvió a sus mismas conductas: quejandose de que debe trabajar y delegando sus tareas en otros.
Con contarles que un día, un compañero se cayó de su silla porque estaba suelta, golpeándose fuertemente. Mientras todos se preocuparon por asistirlo y llamar a la ambulancia, esta trabajadora comentó: “Bueno, así quizás nos cambian las sillas”.
