Ser directos es malo.
¿Se han dado cuenta de que hoy, si uno dice “no quiero hablar” o “necesito silencio”, de inmediato te etiquetan?
De pronto sos “narcisista”, “evitativa”, “irresponsable afectiva”.
¿Y mi derecho a no ser molestado?
¿A cuidar mi orden interno cuando alguien lo altera una y otra vez?
¿Eso no cuenta como agresión?
Parece que, por guardar silencio, uno se vuelve culpable.
Pero los que viven acusando —¿se han mirado?
¿Se han cuestionado lo invasivos y demandantes que pueden llegar a ser?
Hay personas que necesitamos espacio, que nos regulamos en soledad, que no tenemos la misma energía social que los demás.
Y eso no es un defecto. Es una estructura, una forma de ser que también merece respeto.
A veces el único lugar donde no somos invadidos es el trabajo, porque ahí la distancia es legítima.
Pero en lo personal, cuesta.
Porque todo el mundo quiere acceder a uno, entrar, interpretar, corregir, salvar.
No es frialdad, no es desamor.
Es simplemente el modo en que algunos respiramos.
