Entre errores y aprendizajes
Soy el de la confesión 79100.
La verdad, esa confesión habla demasiado bien de mí, y siento que en realidad soy una persona común y corriente, con problemas como cualquiera. He tenido la suerte de contar con una familia que me apoya y, sobre todo, con la posibilidad de pagarme terapia. Pero tampoco es mentira lo que cuento ahí: todo lo que viví fue real, solo que no soy tan perfecto como se podría pensar.
Me he mandado cagadas feas, tanto en mis relaciones como con amistades, y también en el trabajo. Eso sí, nunca con la intención de hacer daño o equivocarme a propósito. Y, por otro lado, también me cagaron a mí: me fueron infiel, presté plata que nunca me devolvieron, viví experiencias que me marcaron y otras que tuve bloqueadas por años. Todo eso también me formó y me obligó a mirarme de frente, sin excusas.
El ser ordenado con mis lucas puede que haya sido incluso una consecuencia de alguna experiencia traumática; a veces uno aprende a cuidar lo suyo no solo por responsabilidad, sino por miedo a volver a pasar por lo mismo.
He llegado a odiar a mucha gente, pero con el tiempo entendí que no saco nada con gastar energía pensando en personas que probablemente la estaban pasando la raja sin tener idea de cómo me sentía yo. La vida pasa, uno crece, madura y aprende. Hay amistades que se quedan y otras que desaparecen, y trato de no darle más vueltas, porque la vida sigue.
Gasté mucha plata en terapia, pero valió la pena. Hoy mi relación con mi familia —sobre todo con mi papá— es la raja, algo que hace diez años me habría parecido imposible. Creo que la clave está en aprender a poner límites, tener una mirada compasiva y una comunicación efectiva con el resto.
Jamás pensé llegar a sentirme tan bien como ahora. Aprendí que todo parte por reconocer tanto los defectos como las virtudes, porque a veces nos creemos perfectos y otras veces no somos capaces de ver lo bueno que hay en nosotros. No fue fácil, fue un camino largo, pero acá estoy, cosechando lo que tanto me costó alcanzar.
Tengo 41 años y nunca me había sentido enamorado como ahora. Siento que las cosas con mi pareja van bien; sé que vendrán momentos difíciles, pero al menos ahora tengo la voluntad de resolver las diferencias y no mandar todo a la cresta. Quizás por eso hoy me proyecto como antes no lo hacía.
De hecho, este relato lo hago porque un error que cometieron otras personas en mi trabajo incluso me salpicó a mí, y eso pasó por el hecho de haberme dejado pisotear. Ahora quieren que responda como si yo hubiera sido quien orquestó todo. Esto no es más que una catarsis, una forma de recordarme que no soy una mala persona y que toda mi vida he trabajado para ser alguien de bien.
Si cuento lo que viví acá es justamente por eso: porque no soy perfecto. Algunos reaccionan bien, otros no tanto frente a este tipo de relatos, pero acá no me conoce nadie, y eso, junto con el anonimato, da cierta libertad. En cambio, cuando lo haces con gente que quieres, ellos también te juzgan. La gran ventaja es que los juicios de la gente acá importan bien poco, porque no me conocen; pero cuando vienen de personas que uno quiere, ahí sí que duele.
