Es un portal...
Ahí entendí: la Pampilla nunca fue una fiesta... fue un portal. Un carnaval eterno donde los condenados bailan y beben hasta perderse para siempre.
Y todavía escucho sus voces...
—¡Salú, cabros! ¡Salú! ¡Salú!
Cada noche, cuando alguien abre un terremoto barato en Coquimbo, siento el eco del brindis maldito. Y sé que un día, vos también vas a brindar con nosotros...
