Reestablecer contraseña

La dirección de correo electrónico está asociada a tu cuenta.

¿Por qué registarse?

Full Confession Control

Actualizar / eliminar o editar tus confesiones.

Notificaciones

Suscríbase para recibir notificaciones por email con las respuestas a tus confesiones.

Publicidad

¿Quieres publicitarte con nosotros? Comienza creando una cuenta.

¿Tienes alguna confesión laboral?

El nombre es opcional o puedes poner un seudónimo si lo deseas.

El amor es asi..

Llevamos 17 años juntos con mi marido, una vida entera construida a nuestro modo, con sus alegrías, sus luchas y también sus renuncias. Tenemos dos hijos varones que son mi mayor orgullo, mis compañeros de camino y la razón más grande de mi existencia. Sin embargo, en lo más profundo de mí siempre guardé un anhelo: el de tener una hija mujer. Soñaba con su nombre, con vestirla, con compartir esos momentos de complicidad madre e hija, pero Dios hasta hoy no me lo ha concedido.

Hace un año, mi esposo tomó la decisión de hacerse la vasectomía. Él siente que nuestra familia ya está completa y que no quiere más hijos. Yo, aunque con dolor en el alma, acepté su decisión porque entiendo que también es su derecho elegir. Desde ese momento, convivo con una mezcla de sentimientos: la resignación de que ese sueño se me escapa de las manos y la gratitud de tener lo que ya tengo.

Él ha hecho todo el trámite sin apuros, con calma, porque yo sigo cuidándome con el implante anticonceptivo. Y ayer, por fin, lo llamaron de urología para comenzar el procedimiento. En ese instante, me invadió una pena muy profunda, como si se cerrara la última puerta de un deseo que siempre me acompañó. Pero al mismo tiempo, sentí felicidad por él, porque vi en sus ojos la tranquilidad de estar cumpliendo algo que realmente quiere.

No me queda más que apoyarlo, porque lo amo y porque el amor verdadero también significa renunciar, acompañar y aceptar. Hoy desisto de ser madre de una niña, aunque la ilusión vivirá siempre en un rincón de mi corazón.

Me queda quedarme con lo más grande que tengo: dos hijos varones maravillosos, de 15 y 12 años, que me enseñan día a día lo que significa ser madre. Y también con la certeza de que ha mis 33 años, la vida me ha dado un camino lleno de aprendizajes, donde cada decisión nos define y nos moldea.
Hoy me despido de ese sueño, no sin lágrimas, pero con gratitud. Porque sé que, aunque no tendré una hija mujer, tengo una familia que amo con todas mis fuerzas, y eso es lo que realmente importa.



No te reprimas. Completamente anónimo.

Suscríbete a nuestra lista de correo.

Ingresa tu email y te mandaremos las últimas confesiones
Nosotros valoramos tu privacidad, nunca compartiremos tu correo con nadie.