El partido que me dejó sordo de un oído
Trabajo como guardia en una empresa externa. Nos contratan para todo tipo de eventos: conciertos, ferias, partidos de fútbol. Hace un tiempo me tocó estar en un partido del Colo y la Católica, en el Estadio Monumental. Para algunos es pura fiesta, para otros una guerra. Para nosotros, trabajo.
Llegamos cinco horas antes. Briefing rápido: “El foco es evitar que las barras se crucen. No se metan de héroes, suelten a Carabineros si se pone fea la cosa”. Nos repartieron en puntos distintos. A mí me tocó en la zona de separación, justo donde se cortan los accesos de ambos equipos. Ya sabía lo que venía: cantos, insultos, papel picado y botellas volando.
En el entretiempo, un grupo de we... empezó a provocar del otro lado de la reja. La mayoría son puros jóvenes, pero con la adrenalina y con todo lo que han tomado..., se creen invencibles. De pronto voló una botella y me reventó al lado de la oreja. Sonó como una explosión seca. Quedé aturdido, con un pitido que todavía no se me va.
Mientras llegaban más pacos, un viejito con camiseta de Católica me miró y me dijo: “Gracias por estar aquí, m'hijo, yo igual vengo sólo a ver el fútbol”. Lo cuidé hasta que pasó todo. Cuando terminó el partido, lo vi irse solo, con paso lento, y pensé que en ese estadio, entre banderas y cánticos, la mitad viene a pelear y la otra mitad sólo a recordar por qué aman este deporte.
Esa noche, volví a casa sin ganas de ver fútbol. Pero con la sensación rara de que, aunque no te den las gracias, tu pega igual afecta la vida de alguien, aunque sea por unos minutos en medio del caos.
