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El casi casi...

Mi pega de fin de semana es en la para una iniciativa que hacen todos los domingos del año, donde se cierran las calles de providencia y las condes. Soy una de esas personas con peto reflectante que está parada por horas, asegurándose de que nadie se meta donde no debe y moviendo conos de un lado para otro. Es una pega piola. Casi todo el tiempo me la paso mirando a la gente: familias, cabros en skate, señoras trotando.

Pero el domingo pasado, la tranquilidad se acabó... Yo estaba vigilando un cruce, cuando pude ver que venía uno de esos ciclistas que se toman la cuestión muy en serio. De esos que andan vestidos de lycra apretada, con un casco que parece de astronauta y en una bicicleta que seguro cuesta más que mi arriendo. El tipo venía andando súper rápido, con la cara concentrada, como si estuviera compitiendo en una carrera.

Y de repente, de la nada, apareció el peligro: un perro poodle miniatura, con un moñito en la cabeza. El perrito se le soltó a su dueña y empezó a correr justo en medio de la calle.

El ciclista vio al perrito y en vez de frenar con calma, el tipo reaccionó como si hubiera visto un león. Pegó un viraje violento para esquivar al mini-perro. La bicicleta se le fue de lado, se enredó solo, y terminó cayéndose de la forma más lenta y poco digna que he visto en mi vida. Fue como ver un árbol caer en cámara lenta.

Yo tuve que ir corriendo, pensando que se había hecho algo grave. Pero no. El tipo estaba en el suelo, más enredado que otra cosa, y su única herida era en el orgullo. Estaba rojo de rabia.

La dueña del perro, una señora muy angustiada, llegó con el pequeño perrito en brazos, pidiendo mil perdones.

Y ahí estaba yo, en medio de la escena: un ciclista derrotado por un poodle, una señora a punto de llorar de la vergüenza, y un perro que nos miraba a todos, moviendo la cola.

Tuve que ponerme a separar la discusión, a levantar la bicicleta carísima y a decirle al ciclista que se calmara.

A veces la gente piensa que mi trabajo es evitar accidentes graves. Pero la verdad es que la mayor parte del tiempo, mi trabajo es ser testigo de estas pequeñas tonteras y sinceramente, es la mejor parte de la pega.



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