Reestablecer contraseña

La dirección de correo electrónico está asociada a tu cuenta.

¿Por qué registarse?

Full Confession Control

Actualizar / eliminar o editar tus confesiones.

Notificaciones

Suscríbase para recibir notificaciones por email con las respuestas a tus confesiones.

Publicidad

¿Quieres publicitarte con nosotros? Comienza creando una cuenta.

¿Tienes alguna confesión laboral?

El nombre es opcional o puedes poner un seudónimo si lo deseas.

No será mucho?

A veces guardamos en silencio ciertas cosas por miedo a incomodar, pero ya es hora de hablar de algo que no deberíamos normalizar: que los niños y niñas pasen jornadas eternas en los jardines infantiles.

Como educadora de párvulos, he visto cómo muchos pequeños ingresan a las 8:30 de la mañana y recién se van a sus casas a las 19:40, a las 20:00 hrs e incluso pasado. Algunos se van dormidos, profundamente agotados, y llegan al día siguiente con la misma ropita, sin haber pasado por una rutina de descanso real ni una noche de contención familiar.

Y no, esto no es una crítica a las familias que trabajan. Entendemos perfectamente lo difícil que es conciliar la vida laboral con la crianza. Esta es una llamada urgente al sistema y también una invitación a reflexionar como sociedad.

Muchos padres piensan que su hijo ya cenó en el jardín, cuando en realidad, lo que se entrega en extensión horaria muchas veces es la tercera parte de un pancito, sin leche ni acompañamiento. Eso no alcanza. Después de una jornada tan extensa, lo mínimo sería una alimentación completa y nutritiva, pero la realidad dista mucho de eso.

Además, los niños en esa franja horaria ya no están con su grupo habitual ni con su educadora o técnicos de siempre. Se mezclan niveles, edades, rutinas. Llegamos a tener más de 25 niños en una sala, con solo dos tías técnico y una educadora que debe dividirse entre niveles medios y sala cuna. Una situación que no es humana ni para los niños ni para quienes los educamos y cuidamos, asumiendo más riesgos con esa cantidad y diferencia de edades.

Y aquí es donde también quiero hablar de quienes sostenemos todo esto con el corazón en la mano: las tías técnico. Trabajan esas cuatro horas complejas, con niños cansados, con sueño, con llanto, con necesidad de afecto... por un sueldo que bordea los $260.000 mensuales. ¿Es justo? ¿Es humano? Aun así, dan todo. Se transforman en pulpos, conteniendo a cada niño como si fuera el único. A veces con una sonrisa que esconde agotamiento, pero con un cariño que no se les acaba.

Y hay algo más que puede doler leerlo, pero es real: muchas de nosotras, que trabajamos en esto, no llevamos a nuestros propios hijos al jardín. ¿Por qué será? Tal vez porque sabemos lo que realmente pasa cuando se apagan las luces del sistema y quedan solo los niños, el cansancio y los mínimos recursos.

No escribo esto para juzgar. Lo escribo porque amamos a los niños que cuidamos, y porque también nos duele verlos tan expuestos a una rutina que no es para ellos. A veces no lloran porque ya se acostumbraron, no porque estén bien, pero se nota en sus caritas.

Si esto te incomoda, si te duele un poco, es porque probablemente amas a tu hijo. Y eso, créeme, ya es el primer paso para cambiar algo.

Gracias por leerme, pero son años trabajando en extensión horaria y siento que no es humano.



No te reprimas. Completamente anónimo.

Suscríbete a nuestra lista de correo.

Ingresa tu email y te mandaremos las últimas confesiones
Nosotros valoramos tu privacidad, nunca compartiremos tu correo con nadie.