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Una vida anonima

Hola. Les escribo porque necesito contar esto en alguna parte donde nadie me conozca. Mi pega oficial es, para ser sincero, súper fome. Soy administrativo... De lunes a viernes, soy un tipo serio, responsable, el gallo piola de la oficina al que le piden que cuadre los números.

Pero a veces, suena el teléfono. Y no es un cliente... Resulta que hace unos años, un amigo me metió en un casting. Buscaban “gente normal” y bueno, creo que no hay nadie más normal que yo. La cosa es que quedé, y de ahí me han seguido llamando para comerciales. Y ahí empieza mi segunda vida, mi condena y mi mayor gusto.

El problema no es la gente en la calle. Les juro que paso más desapercibido que un billete de luca. Nadie nunca me ha dicho “oye, tú eres el del comercial”. El verdadero infierno, y lo digo con cariño, son mis amigos y mi familia.

El primer comercial que hice fue para un desodorante. Una cuestión súper simple, salía como dos segundos levantando los brazos... Todo ese verano, la pregunta oficial para saludarme fue: “Yaaa, Cómo están esas axilas?”. Iba a un asado y me gritaban de lejos “wena, axilas frescas!”. Una vez, la secretaria de la pega, que es más sapa que no sé qué, me dejó uno de los desodorantes del comercial en mi escritorio... jajaja...

Pensé que lo iban a superar, pero no. Hace poco salí en uno de Uber Eats. Yo era el repartidor que entregaba una pizza y sonreía. ¡Listo, nuevo apodo! Ahora llego a las juntas y me reciben con un “¡al fin llegó mi pedido!” o me preguntan con cara seria “maestro, ¿cómo vienen las entregas hoy?”. Es un bullying que no para...

Les juro que una vez hice un casting para un banco. El director me pidió que pusiera cara de “hombre que piensa en el futuro y la estabilidad”. Estuve como cinco minutos súper concentrado. Después supe que no quedé porque, según el director, mi cara no era de pensar en el futuro, era de “...Qué chucha vamos a almorzar?”. Y lo peor es que tenía razón, estaba pensando en eso.

Entonces, Por qué sigo? Primero, porque pagan bien, no les voy a mentir. Con estas peguitas me he pagado vacaciones y me he comprado mis chiches. Pero lo más importante es que me saca de la rutina. Me encanta ser el gallo fome de la oficina y que nadie sepa que el fin de semana estuve con una camisa ridícula tratando de vender fideos.

Es como tener una identidad secreta, pero una súper penca, jajajá. No soy Batman. Soy “el loco del desodorante”, “el repartidor de Uber” o, mi última joya, “la mano que agarra una papa frita” en otro comercial.

Así que esa es mi confesión. Soy el tipo serio de contabilidad que, de vez en cuando, es el rostro anónimo de un producto que probablemente ni siquiera usa. Es una vida rara, pero es la mía y, en el fondo, me gusta la lesera.



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