Tomando precauciones...
No sé por qué estoy contando esto. De verdad que me da plancha, pero al mismo tiempo, siento que necesito soltarlo. Capaz me termine riendo de mí misma, o capaz alguien allá afuera se siente un poquito menos sola después de leer esto.
La cosa es que ese día salí del trabajo apurada. Llevaba toda la tarde con ganas de hacer pipí, pero como estaba full con pega, ni me di cuenta de cuánto rato había pasado sin ir al baño. Me dije a mí misma: 'Ya, llego a la casa al tiro, en 20 minutos estoy', así que agarré mis cosas y me fui.
Pero apenas agarré la autopista colapso total... taco de esos que no se mueven ni un centímetro. Y obvio que no había ninguna alerta, nada. Solo yo, atrapada entre autos y con la vejiga a punto de explotar.
Al principio pensé que lo podía aguantar. Me acomodé, crucé las piernas, traté de pensar en otra cosa. Pero a los 10 minutos ya me estaba moviendo como gusano, apretando todo, transpirando. El cuerpo ya no me respondía. No tenía dónde bajarme, ni una botella, nada... Estaba mal...
Y bueno... pasó lo inevitable. Sentí el calor. Así, literal. Me hice pipí. En el asiento. Como cabra chica. No me aguanté más. No fue de tonta, ni de distraída. Fue porque mi cuerpo dijo “ya basta, loca”.
La media vergüenza. Apenas el tráfico se empezó a mover, manejé con el poto pegado a la toalla del gimnasio que tenía tirada atrás. Llegué a la casa y me metí directo a la ducha. Y ahí, mientras el agua me caía encima, no sé por qué, me empecé a reír sola. Como tonta.
Sí, me meé encima. Sí, fue incómodo y asqueroso. Pero también fue humano. Una de esas cosas que uno no cuenta... hasta que las cuenta.
Y ahora, créeme, nunca más me voy del trabajo sin pasar al baño antes. Nunca más.