Manteniendo la integridad
Fui profesora en el sistema público. No extraño el sistema, pero sí valoro haberlo enfrentado con integridad.
Cuando me tocó la evaluación docente, no pagué a nadie, no pedí ayuda especial, no contraté servicios externos. Leí el manual, seguí las instrucciones, armé mi portafolio... y obtuve nivel A.
¿Fue fácil? No.
¿Fue imposible? Tampoco.
¿Requirió esfuerzo? Sí. Pero para alguien que estudió cinco años en la universidad, es totalmente alcanzable.
Me sorprende (y entristece) ver cómo se ha normalizado pagar por que “te hagan el portafolio”. Y más aún: cuando algo sale mal, algunos incluso quieren demandar al que les vendió el fraude.
El problema no es que haya salido mal.
El problema es que nunca debiste pedirle a otro que hiciera tu evaluación.
Si el portafolio lo representa otro, ¿Quién enseña realmente?
Si no puedes mostrar tu propia práctica, ¿Cómo podemos hablar de vocación, de ética o de identidad docente?
Que no nos gane la pereza ni el “así se hace ahora”.
La docencia sigue necesitando personas íntegras. Y eso, más que el resultado de una evaluación, es una decisión diaria.
