Ajustando turnos
Esta semana ha sido muy difícil para mí. Mi esposo comenzó en una nueva faena ( aunque sigue en la misma empresa de siempre ) y justo coincidió con una emergencia médica que me dejó hospitalizada, esperando una cirugía complicada. Todo ocurrió de un día para otro: tuve que dejar mi casa, a mis hijos, mi trabajo... literalmente todo.
Como él estaba recién empezando en este nuevo turno, le pedí que no dijera nada, que no pidiera permiso para bajar, que cumpliera su trabajo tranquilo. Me operarán después del fin de semana, así que ahora estoy en espera, tratando de estabilizar mi salud.
Pero hoy me entero de que el sábado tiene carrete. Como esta nueva faena es más chica, terminan llegando a una hostal en la ciudad, lo que les da un poco más de libertad. Me dio rabia, porque yo jamás haría algo así si él estuviera hospitalizado. Menos si se tratara de salir con gente que apenas conozco, con la que no tengo vínculos reales.
No estoy pidiendo milagros, ni que deje todo y se venga corriendo. Pero sí esperaba un poco de empatía, de presencia emocional, aunque sea a la distancia. Que al menos no haga lo que a mí me dolería hacerle. Él es adulto, claro, y puede hacer lo que quiera. Pero mientras yo lucho por recuperarme, por estar bien para recibirlo con una sonrisa cuando vuelva, porque él es “el pobrecito que trabaja afuera”, y necesita estos espacios de distracción, yo también estoy viviendo una situación dura... y me siento sola.
Tenía que desahogarme. Tengo rabia, tristeza y muchas emociones encontradas.
Se que saldrán los faeneros y faeneras defendiéndolo, porque, no se en que momento del universo, ellos no se pueden negar a las juntas, porque son casi “familia” y hay que hacer lobby, y el trabajo es duro y necesita la distracción, porque las mujeres que esperamos esos turnos, trabajando también, cuidando de la casa y de los niños, tenemos que me decirle que si no más y no quejarnos...