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Unos tragos demás

La barra del bar estaba pegajosa. El hombre que se sentó a mi lado olía a vino barato y a tristeza. Se llamaba Anselmo, o eso dijo.

Tenía los ojos aguados y una barba de tres días. Pidió otro vaso y, sin que yo le preguntara nada, empezó a hablar. Su voz era ronca, como si no la usara mucho.

...Ha escuchado alguna vez lo de los doppelgängers?... me dijo, mirando su vaso vacío.

Qué wea es eso? le dije.

Nadie me cree, dijo ...Creen que estoy loco o curado...

Siguió hablando...

...Yo tenía una vida, sabe? Una buena vida. Era carpintero. Tenía una casita, una mujer que me quería y un hijo que siempre tenia olor a pan... Un cabro bueno, mi Julián ( a mi señora le gustaba el Elfenbein ese que sale en la tele )...

Hizo una pausa, como si le costara hablar...

Después siguió contando ...Un día, vi a un tipo al otro lado de la plaza. Era yo. Mismo pelo, misma ropa, misma forma de caminar. Pensé que era el sol, o que andaba muy cansado. Pero al día siguiente, lo vi otra vez. Estaba conversando con mi vecino. Se reían. Empecé a sentir miedo. Un miedo helado. La gente me saludaba dos veces. Me decían: '¿No te acabo de ver en la feria?'. Y yo no había ido a la feria. Él se estaba acercando. Cada día un poco más. Un día, llegué a la casa de la pega y lo vi por la ventana. Estaba sentado en mi mesa, tomando once con mi familia. Mi mujer le sonreía. Mi hijo estaba en sus rodillas comiendo pan. Entré corriendo. Grité. Le dije a mi mujer que ese hombre era un farsante...

Anselmo se detuvo y apuró el trago que el cantinero le había servido. Sus manos temblaban.

Y qué pasó? le pregunté...

...Ella me miró. Me miró como si yo fuera un desconocido. El otro tipo, el Igual, se levantó. Me dijo con mi propia voz: 'Amigo, creo que ha tomado demasiado. Esta es mi casa'. Mi mujer asintió. Llamaron a los carabineros...

...Hubo una pelea. Gritos. No me acuerdo de todo. Pero me echaron. Me echaron de mi propia casa. De mi propia vida.
Anselmo se quedó mirando la pared.

Ese carpintero... era yo... Y ahora, él vive mi vida y yo estoy aquí, contando historias que nadie cree...

Ahí terminó la historia... Se paró, tropezando un poco, y salió del bar sin decir nada más. Me quedé solo con mi trago. 'Pobre weon', pensé. 'El copete y la pena le inventaron una historia para no aceptar que perdió a su familia'.

Pagué y salí a la calle. La noche estaba fresca. Al otro lado de la plaza, bajo la luz de un poste, vi a un hombre. Llevaba ropa limpia de carpintero y abrazaba a un niño pequeño que corría hacia él. El hombre se rio, y por un instante, bajo esa luz amarilla, me pareció que su cara era exactamente igual a la de Anselmo...

Sacudí la cabeza. Seguramente era solo una coincidencia. O quizás, yo también había bebido demasiado.



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