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Hermosos recuerdos

Leí al doctor que hablaba acerca del cáncer y recordé anécdotas de mi mamá.
Estaba de visita en mi casa y salimos al supermercado con ella, me detuve para comprar un vino dulce para que ella lo probara y ella se fue a la fila con el carrito. Yo lo había llenado para que tuviera muchas cosas en su despensa, aunque ella me decía que no y que no hacía falta.

Cuando elegí el vino, fui hacia ella y un viejo chico le decía algo de mala forma que no escuché, así que llegué a su lado y le dije "mamá, hay algún problema".
Yo mido 1,75, el viejo debió medir 1,60 si es que, tal vez menos, y se dio la vuelta como para decirme algo y me vio mirándolo directo a los ojos, listo para pegarle. Calladito se dio la vuelta y se encogió, mientras mi mamá me decía que no pasaba nada, solo un malentendido. "No tengo problema en pegarle a ningún viejo chico recul#$& conc^@*$&÷<$ que te moleste mamita, es cosa que me digas no más".

Ella trataba de que yo me calmara y el viejo se fue casi corriendo.
En otra oportunidad, un medio hermano de mi papá fue a "conversar" con mi mamá a la casa, creyendo que estaba sola, se sentó en el sillón y comenzó a subir el tono de voz por problemas que le atribuía a ella. Estando en el segundo piso, escuché subir su tono de voz y bajé, lo saludé y me senté en un sillón. Quiso continuar, y apareció mi papá, quien también se sentó. Ya un poco más calladito, quiso seguir y bajó mi hermano, el no se sentó, pero se quedó apoyado en una pared con los brazos cruzados. El mide 1,80 e iba al gimnasio, y sin decir nada, el mensaje que enviamos los 3 le quedó clavito al tipo y se fue, no sin antes disculparse con ella.

Recuerdo que de niño, cuando me daban a elegir mochilas para ir al colegio yo elegía las más grandes, porque al ir a la feria con ella llenaba mi mochila para que ella no llevara bolsas. Y siempre me gustó que me retara por cosas tontas, le desordenada su pelo para que me retara, entre otras cosas.

Cuando le diagnosticaron su cáncer, como hombres de la familia no pudimos llorar ni derrumbarnos, todos trabajamos y todos le pagamos sus tratamientos sin cuestionar nada. Una pastilla costaba 50.000, le dábamos 100.000 para que se comprara lo que quisiera. No somos de muchas fotos, y le cumplimos varias cosas, como ir a dar una vuelta en avión, que ella nunca había podido, o vernos a todos en buenos puestos de trabajo.
10 años le extendimos su desahucio, y no recuerdo ninguna noches fría ni los insultos que recibí de colegas de trabajo, sé que debieron ocurrir en algún momento, pero lo que conté lo tengo grabado a fuego, como su voz o su risa.

Y en el mismo trabajo donde me comunicaron que ella falleció escribo estas líneas, en el mismo asiento, recordando que yo tuve que avisarle a mi papá y a mi hermano. Y estoy seguro de que hicimos todo lo posible para que ella fuera feliz, y no me pesa haber tenido esperanza, lo dimos todo.

Recuerdo muchas otras historias con ella y anécdotas, pero no recuerdo el desgaste de su enfermedad, no recuerdo los silencios incómodos con exámenes que salieron malos, tampoco cuando perdió su pelito por los tratamientos, solo recuerdo que estuvimos ahí para ella y que los tres la seguimos queriendo.

Gracias por su atención, iré a lavarme la cara y seguiré trabajando, ella lo querría así (y me retaría por publicar cosas de ella sin su permiso, casi puedo escucharla).



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