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Cuestión de suerte

Había escuchado mil veces que existen dos tipos de personas en el mundo: los que creen en la suerte y los que piensan que todo se trata de azar puro, como lanzar un dado al aire y esperar que caiga en el número correcto. Yo, bueno, siempre he estado en un punto medio, esa delgada línea donde todo parece tener sentido y no tenerlo al mismo tiempo.

Tomemos el día de ayer, por ejemplo. Era uno de esos típicos días de inverno en Santiago, donde el sol decidía asomarse entre las nubes solo para recordarte que te olvidaste de ponerle protector solar a tu nariz. Salí de mi departamento rumbo a una entrevista de trabajo. Había quienes decían que conseguir esta entrevista era pura suerte. 'La vida te sonríe, compadre', me decían, como si una sonrisa de la vida fuera suficiente para pagarte la cuenta del agua.

Voy bajando del Transantiago, con esa mezcla de nervios y optimismo de quien sabe que se ha preparado bien, pero aún tiene la sensación de que podría ser atropellado por un camión en cualquier momento. Cruzo la calle sin mirar por ambos lados (error de principiante, lo sé) y una moto de un delivery me pasa rozando... 'Qué suerte tienes', me dice un tipo que estaba comprando sopaipillas en la esquina. Yo lo miro, medio guiñándole un ojo, pensando en lo ridículo que era que eso se considerara suerte. ¿Suerte? Más bien lo llamaría estar atento, nada más.

Llego a la entrevista, me siento frente al reclutador y le explico que soy el tipo ideal para el puesto, hablando con esa confianza que solo se obtiene después de haber leído cada artículo en línea sobre cómo clavar una entrevista. Cuando salgo, me llaman literalmente al minuto para ofrecerme el trabajo. Otra vez vienen las voces: 'Eres un suertudo, bro'. Claro, como si no hubiera pasado noches enteras preparando cada detalle, como si la buena fortuna hubiera escrito mi currículum mientras yo dormía.

Más tarde, estoy en una reunión con unos amigos de la universidad, gente que no veía hace años. Me cuentan que la vida los ha tratado con 'poca suerte'. 'El destino no me acompaña', dice uno con cara de tragedia griega. Y yo, mientras me sirvo un vaso de vino, pienso en lo irónico de la situación. La suerte, el destino, la vida sonriéndote... Todo se reduce a estar en el lugar correcto, en el momento adecuado, y tener los ojos abiertos para verlo.

Al final del día, ¿qué es la suerte realmente? Para mí, es simplemente la coincidencia de voluntad y ocasión. No es que la vida me tenga aprecio especial o que juegue sus cartas a mi favor. Simplemente he aprendido a estar atento, a ver patrones donde otros ven caos, y a aprovechar cada oportunidad como si fuera la última.

Así que la próxima vez que alguien me diga que tengo suerte, solo sonreiré con esa mezcla de ironía y aceptación que he perfeccionado a lo largo de los años. Porque, en el fondo, sé que la suerte no es más que el resultado de estar siempre preparado y, claro, tener un poco de ojo para las oportunidades. Pero no se lo digan a nadie, podría arruinarles la sorpresa.



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