El país de las maravillas
Durante años trabajé en una oficina que perfectamente podría ser la madriguera del conejo en 'Alicia en el País de las Maravillas'. Siempre saludaba al jefe con una sonrisa fingida, aunque sabía que él también me hacía el mismo show. Mi colega del lado, todo el día hablaba de sus grandes logros, pero todos sabíamos que eran cuentos chinos.
En casa, la cosa no era muy distinta. Mi mujer siempre me decía que iba al gimnasio, pero llegaba con el pelo seco y sin una gota de sudor. Mis hijos jugaban a ser los mejores alumnos, pero sus notas eran un tiro al aire. Un día, cansado del embuste general, decidí enfrentar a todos.
Armado de valentía, esperé a que cada uno volviera a sus rutinas y les solté la bomba: 'Sé que me están engañando'. Nadie se inmutó. El jefe siguió con sus reportes inventados, mi colega con sus historias falsas, y en casa, mi mujer me mostró una membresía del gimnasio, jurando que estaba en forma.
Al final, todo siguió tal cual. Como si mi gran revelación nunca hubiese pasado.
