Siempre con esperanza
Nunca pensé que ser mamá tan joven me iba a cambiar la vida para siempre, ni que iba a poder salir adelante y darle lo mejor a mi hijo. Desde que quedé embarazada, puse todo de mi parte pa' salir adelante y, al final, logré tener una trabajo muy bueno en una empresa importante. Me fui a vivir a un edificio en una comuna del barrio alto pensando que ahí mi bebé estaría segura y podría crecer feliz.
Pero me equivoqué... y cómo. Mi hijo, mi sol, ese chiquitito que recién estaba dando sus primeros pasitos, ya no está conmigo. Un día, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Un vecino, que siempre manejaba a lo loco, no vio a mi niño y lo atropelló. El accidente fue en el estacionamiento mismo del edificio... un lugar donde uno creería que no pasaría nada malo.
Las disculpas del vecino no servían de nada. Mi niño luchó por su vida, pero al final no resistió. Aunque han pasado meses, todavía no puedo creer que ya no esté. Ahora sé que mis abrazos no van a servirle para que se sienta mejor, que sus risas no van a llenar la casa nunca más.
Después del entierro, decidí canalizar mi pena en algo que le diera sentido a todo esto. Me puse las pilas pa' cambiar las cosas, para que ningún otro niño sufriera lo mismo que mi hijo. Empecé a hablar con vecinos y autoridades, organizando juntas vecinales, para que pusieran lomos de toro y cámaras, y para que endurecieran las leyes a los que manejan como si el estacionamiento fuera pista de carreras.
Encontré un montón de gente que había pasado por lo mismo y que me apoyó en cada paso. Nos pusimos todos para una, luchando para que nuestras tragedias no se repitieran. En cada ley que se aprueba, en cada niño que juega tranquilo, siento que mi hijo dejó su huella.
Ya no está mi chiquitito para correr hacia mí cuando vuelvo del trabajo, y, claro, hay días en que la pena me gana. Sin embargo, él vive en cada cosa buena que logramos hacer. Y cuando veo a otras mamás agradeciéndome, siento que algo de eso que se rompió dentro mío se va sanando.
En cada atardecer, a veces me parece ver su sombra, y sé que él me está mirando de alguna parte, orgulloso de su mamá que, aunque está hecha pedazos por dentro, sigue luchando por ese rayito de esperanza. Porque a pesar de que mi hijo ya no está acá, su recuerdo se transformó en una fuerza y eso, eso siempre va a ser algo que me va a llenar de esperanza.
