Con un abrazo

Hace poco más de un año, descubrimos que mi marido era TEA. Llevamos cerca de 10 años casados y con su diagnóstico, muchas cosas sobre nuestra relación cobraron sentido.

Él me ama por sobre todas las cosas y tiene una dependencia tremenda sobre mí, casi como la de un hijo. Yo, por mi parte, soy una persona más bien maternal, por lo que hemos logrado llevar bien la relación.

Sin embargo, vivimos altos y bajos debido a que muchas veces la carga emocional, la organización de la casa y la relación caen totalmente sobre mí.

Él es una máquina, tiene su estructura de trabajo y de vida, y no siente empatía como todos los mortales. ¡Ojo! No es que no la sienta como tal, es que no se le ocurre.

La terapeuta nos contaba que su razonamiento es diferente, y siente y vive su día a día de forma distinta. Y eso es en lo que hemos estado trabajando.

Por otro lado, en mi trabajo llevo 20 años en la misma empresa y con el mismo jefe, y ha sido una relación (confesa) que ha traspasado lo laboral. Nunca hemos concretado lo sexual, solo un par de besos en 20 años, pero en él encuentro todas las carencias de mi marido: seguridad, comprensión, empatía y el apoyo que mi marido, si no le digo que lo necesito, no brinda.

Amo a mi marido con todo mi corazón, pero a veces el agotamiento te hace vulnerable y encuentras en otro lo que te falta. Sé que mi marido me ama, y no es que él no quiera brindarme ese apoyo que necesito, por eso insistimos con las terapias y realizamos ejercicios para mejorar esas carencias.

Por otro lado, con mi jefe, creo que siempre existirá esa química, pero que nunca vamos a concretar porque las cosas ya están claras y conversadas.

Me he mantenido fuerte todos estos años y no ha sido fácil. Soy un ser humano y también me canso.

A veces, uno solo necesita un abrazo para seguir avanzando.