El reempazo

Estaba tan feliz trabajando en un colegio con PIE. Tenía dos pequeños maravillosos a mi cargo: uno con síndrome de Down y otro pequeño con TEA. Era un reemplazo; podía terminar si volvía la Asistente titular. Aunque ella tenía una licencia prolongada que podía extenderse hasta fin de año, de un día para otro me dicen, al terminar mi jornada, que la Fundación decidió que no seguía y que no se harían más contratos. Bueno, así son las cosas.

Hoy me enteré de que llegó otra persona en mi lugar, así que me mintieron. Me cuestiono mil cosas. Salí bien evaluada por todo el equipo PIE. Hice todo lo que me correspondía y más. Estaba completamente comprometida con mis niños y con sus familias. Lo más importante es que a ellos les cuesta mucho la adaptación, y en todo este tiempo hicimos un gran trabajo y logramos tantas cosas: desde el apego conmigo (eso es el comienzo de todo), hasta integrarse con sus compañeros y avanzar en sus actividades escolares. Realicé un trabajo arduo para lograrlo.

Me van a extrañar, lo sé. Eso me da pena, porque iban tan bien y les cambian la rutina, la persona, y ellos retroceden mucho y se descompensan. Pero ya veo que a nadie le importa; los niños al final son un número, como se dice. Pienso que si no sigo es para no tener antigüedad laboral, porque eligieron a otra persona, o simplemente no les gustó mi trabajo. Bueno, así es. Nadie es indispensable.

Voy a encontrar otro trabajo y sé que lo haré comprometida como siempre. Pero por ahora estoy decaída y me quita un poco la esperanza.

A estas alturas del año encontrar trabajo no es fácil.

Sorry por la confesión tan extensa. Gracias por leerme.