Probres perros
Quiero contar algo que paso en el sur de Chile.
Viví un tiempo en un pueblo con muy pocos habitantes. Por cosas de la vida, llegué allá, a la casa de mi mamá, ya que he vivido toda la vida en Santiago. La cosa es que comencé a sentirme muy sola estando allá. Es cierto que con la vida nos vamos alejando de nuestros amigos, ya que cada uno hace su vida, y ya nada es igual a como era en los veinte... pero la soledad y el frío que sentía allá era extremo.
Siempre he amado a los animales, sobre todo a los perros. Amo a los perros, y bueno, recogí o adopté a uno de los perros del pueblo. Cada vez que iba al lago, les hacía cariño a los perros y me seguían a la casa, pero no podía recogerlos a todos. Recogí al que más me gustó.
En fin, comenzaron a pasar las semanas, los meses, hasta que por trabajo me tenía que ir de ahí, además de que ya no quería seguir viviendo en el sur. Mi gran problema con eso era que no sabía qué hacer con mi perro, ya que era un tremendo perro, casi como policial, y era perro de campo. Le gustaba subir los cerros y hacer cosas de perro de campo. Sentía que era una maldad llevármelo de ahí y sacarlo de su hábitat, por lo que lo dejé en la casa de mi vieja con el dolor de mi alma.
Siempre hablaba con mi vieja y le preguntaba por mi perro, y ella me mandaba fotos o videos de mi bebé perruno. Hasta que después de varias semanas, mi mamá me dice que el perro, después de hacer sus salidas matutinas como todos los días, que iba al lago con sus otros amigos perros, no había llegado a la casa y llevaba varios días perdido. Yo de verdad quedé mal, pensando que quizás lo habían atropellado o algo.
Luego, a los días, mi mamá me cuenta que había habido un tremendo problema en el pueblo porque habían matado a unas gallinas y unas ovejas de unos establos, y culparon a los perros del pueblo, entre ellos mi perro. Era evidente que por eso mi perro no llegó más, porque lo mataron junto a los otros perros, ya que estaban seguros de que todos esos perros eran los culpables de lo que había pasado.
No hubo pruebas, nada, solo creyeron que fueron los perros del pueblo. Estoy devastada, aun no lo supero. Mi perro era un perro grande, pero dócil, juguetón, cariñoso. Fue mi amigo durante todo el tiempo que estuve en el sur y fue mi guardián, mi angelito. Me perturba pensar en cómo lo mataron, qué le hicieron, dónde lo tiraron...
Veo las fotos y videos que tengo con él jugando o en el lago y me da una angustia terrible. No quiero volver nunca más a ese lugar. Creo que si vuelvo alguna vez a ese pueblo, no podría estar tranquila y en paz. No puedo entender cómo puede existir gente que actúa como cavernícolas. Realmente, los humanos somos lo peor que pisa este mundo.
Ahora mi vieja ya no quiere vivir ahí después de lo que pasó con nuestro perro. Nunca había sentido tanta pena en mi vida, y creo que este dolor no se compara con ningún otro. Espero volver a reencontrarme con mi perro alguna vez.
