Hasta siempre
Cuando me contaron que ya no estabas en este mundo, no pude dejar de recordar la última vez que te vi. Estabas con Martín en la plaza Hamburgo y yo iba a ver los arreglos del departamento que acababa de comprar. Hola, Pocahontas, me dijiste. Me diste un abrazo, cruzamos un par de palabras, hablamos un par de veces más por teléfono y luego de eso nos perdimos en la vida.
Ahora que ya no estás, se me vienen a la cabeza tantas cosas. Las caminatas desde el metro hasta ese departamento que tenías en un edificio de ladrillos rojos en Vecinal. Todas las veces que me esperaste hasta más de tres horas tomando sopa en una picada a la vuelta de la residencial donde vivía. Cuando llegaba, estabas jugando ajedrez contigo mismo y tomando notas, mientras sorbías la sopa que ya estaba fría hace rato o, a veces, la misma sopa pero en vez de ajedrez, apuntes y libros. Y tantas otras vivencias, como cuando me hacías sacar del baúl que había en tu departamento un cachureo cualquiera para que escribiéramos un poema. Recuerdo que elogiaste mis versos a un perro de ropa y a un tenedor al que le faltaba un diente. Siempre me decías que escribía lindo y que algún día iba a ser escritora. Lamento decepcionarte, nunca escribí y mucho menos bien pero, en realidad, era mi ortografía lo que admirabas. Me acuerdo del colchón que tenías botado en el suelo y de la pila de libros que ocupabas como velador. De la radio a pilas y de los partidos de la Cato. Me acuerdo de ese viernes, cuando dejamos la pega botada y nos fuimos a la playa, sin plata, sin chaleco, sin nada, a la aventura. Me acuerdo de tu hijo, tan igual a ti. Me acuerdo de las tonteras que hacíamos, me acuerdo de los retos que recibí por seguirte las de abajo, me acuerdo de la camisa celeste con cuello y puños blancos que te pedí una vez y que nunca te devolví. Nunca te agradecí lo suficiente por haberme acompañado cuando estuve más sola. Apañaste en un momento feo y me enseñaste muchas cosas que hasta hoy no consigo aprender. Vivir relajada, vivir el momento y no preocuparte por el mañana. Fuiste un grande y, a pesar de que hace más de diez años que no sabía de ti y de que hace mucho tiempo que no te pensaba, ahora que ya no estás, creo que te voy a extrañar.
Hasta siempre, Erick Pohlhammer
