Mirando el infinito

Tuve una novia durante toda la enseñanza media, nos juramos amor eterno y hasta planes de boda cuando termináramos nuestras carreras profesionales. Por razones de la vida terminamos no por falta de amor o mala comunicación sino por traslado de su familia a otro lugar nos prometimos jamás buscarnos y así lo hice durante todos estos años.

Nunca me casé, nunca tuve hijos, si tuve parejas pero jamás me sentí completo, saqué mi carrera profesional y me dediqué a enfocarme a disfrutar de mi trabajo, la vida, las amistades y la familia.

Hasta que antes del estallido social sentí su voz en donde trabajo, ahí estaba radiante como siempre, solo la vi pasar ese día, jamás pensé en volver a verla, la ansiedad me ganaba y deseaba llamarla desde mi oficina decidí mejor guardar silencio, mis colegas la miraban y suspiraban por ella comentaban, nunca dije una palabra o hablé con ellos.

Todo marchaba bien hasta que llegue y estaba en mi oficina su sonrisa y ojos eran los mismos, conversamos mucho, los minutos se transformaron en horas, las horas en días y los días en meses.

Mantuve mi distancia porque respetaba su anillo de matrimonio, ella nunca se ha perdonado que nuestra historia terminara así, no le reprocho nada pase mis mejores momentos con ella y me siento contento en lo que se ha convertido al día de hoy una mujer exitosa, Excelente madre y una buena esposa. Quien soy yo para meterme en el medio y romper lo que decidió construir.

Con el tiempo decidí cambiar de aires y renunciar a mi trabajo que tanto quería, me pregunto el porqué, le respondí que era lo mejor para ambos sino íbamos a terminar haciendo algo que nos íbamos a arrepentir y dañar a otras personas, solo atinó a decir te amo siempre te voy a amar por cómo eres y todo el apoyo que me has brindado, sin ti no hubiera logrado lo que soy y me arrepiento de no buscarte.

Escribo esta confesión tomándome un café en un nuevo trabajo en donde la mujer que más amo la dejé ir solo para que sea feliz.