Veterinarios tristes

Nunca pense que ser médico veterinario me traería tanta decepción y tristeza. Alguna vez ame tanto mi profesión que me vi haciendola toda la vida. La realidad es, que después de tantos años no quiero saber nada de los clientes, sobre todo, no puedo negar que aún me encanta la medicina y los animales, pero la gente quiere que además de adivino, seas mago, que con tu varita de harry potter cures una enfermedad que muchas veces viene arrastrando su animal desde hace días, semanas e incluso meses, -es que pense que se le pasaría solo- mi vecino me dijo que le diera una barata con arsenico- el que vende alimentos me “receto” parafina para el arestin- no sabía que los animales se enfermaban- no tengo espacio para tenerlo, lo quiero “sacrificar” y así podría seguir eternamente, y si después la mascota muere por su propia negligencia -ud tiene la culpa- es mal veterinario- ud lo mato- más la plata que gaste y me lo mató igual- si tú, dueño inconsciente, egoísta y falto de criterio, eres el culpable de esta desilusión, por que no es suficiente todo lo que sé, todos los cursos, post grados y congresos en los que he invertido para perfecionarme, tu siempre serás un dueño irresponsable.

Me agoté. Y claro, sin contar los jefes que son explotadores, cero conscientes contigo y el cliente y que son cero empáticos con el estrés con el que lidiamos a diario.
Así como muchos más que incluso han resistido menos que yo y se han dedicado a otras carreras u oficios en la que la paga y la tranquilidad es mayor, prontamente dejaré en el baúl de los recuerdos esta profesión.