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Caminé en busca de una peluquería que no tuviera tanta gente esperando. Llegué a una en donde sólo había una persona atendiéndose y nadie en la sala de espera. Era una mujer a la que le estaban terminando de cortar las puntas, mientras yo me había sentado en el único sofá del local. Saqué mi celular y me puse los audífonos para escuchar música mientras esperaba, cuando al cabo de unos minutos el peluquero me pregunta si me quería cortar el pelo.

— Si, obvio — le respondí a su pregunta innecesaria.
— Ya, siéntate aquí — y me corre la otra silla que estaba frente al espejo.

La mujer que había terminado de revisar su nuevo corte de cabello dijo haber quedado conforme, y luego de pagar, se despidió del peluquero como si fuesen los mejores amigos, le dio un fuerte abrazo y se marchó.
Yo me acomodé en la silla, mientras él me ponía la capa para que no me ensucie con mi propio cabello.

El peluquero era alto, con barba mediana, de al rededor de unos 3 días sin afeitarse y el pelo lo tenía corto, rapado a los lados y peinado hacia atrás. Su forma de caminar era un tanto afeminada, quebrando la cintura al moverse y su voz aguda.

— Qué erí’ bonito — me dijo de forma alagadora.

Le respondí con una sonrisa.

— ¿Primera vez que te cortai’ el pelo conmigo?
— Sí — le contesté — Nunca antes había venido.
— Por algo te preguntaba poh, yo siempre me acuerdo de los niños bonitos que vienen para acá.

Sus palabras me gustaban, me hacían sentir bien, me subía el ánimo luego de haber terminado la relación con mi polola hace un par de semanas.

— Oye, y tu erí jovencito ¿En qué curso vai’? — preguntó mientras me mojaba el pelo y preparaba la maquina de cortar.
— Tengo 21 — le respondí soltando una carcajada cómplice — ya salí del colegio.

El también sonrió de la misma forma, tratando de decirme algo con su sonrisa y la mirada coqueta. Me preguntó qué corte quería, y yo le dije que solo me pasara la máquina del número uno, parejo por toda la cabeza. Cuando comenzó a cortarme el pelo y ponía mi cabeza contra su pecho y continuaba alagándome, algo raro comenzaba a sentir. Sus manos rozaban constantemente mi cara y cuello, las tenia suave, como las de una mujer y eso me provocaba una leve excitación, sin yo ser gay, creo. 

Al final de la peluquería estaba el baño y al lado había una especie de bodega, y de ese lugar salió una muchacha que pareciera que trabajaba con él. Ella era de color oscuro, alta y muy guapa, seguramente era haitiana o colombiana, se despidió y se fue de la peluquería. 

Me imaginaba que me iba con él hacia aquel lugar de la peluquería, a la bodega y quedábamos los dos solos, sin que nadie más nos viera ni nos molestara.

Él continuaba cortándome el pelo, mientras una leve erección por lo imaginado hacía que la capa que tenía puesta encima se levantara, haciéndose notar a vista de cualquiera que pusiera atención en esa zona. Traté de disimularlo corriendo mi pene con mi mano, pero lo único que logré fue que pareciera que me estaba masturbando. El Andrés no se dio cuenta o hizo como que no lo hacía, pero no me dijo nada. Estaba demasiado excitado, pero sabía que no me atrevería a decirle ni proponerle nada. 

Cuando terminó de cortarme el pelo me dijo que me veía hermoso y que resaltaba mi carita de guagua con el pelo corto. Me iba a despedir de la mano, pero él me puso la mejilla para que la besase y lo hice, con una leve inclinación hacia su boca. Me pasa su tarjeta en donde decía su nombre y número de contacto y me dijo que lo llamara para la próxima vez que me quisiera cortar el pelo, qué también atendía en su casa.

Llegué a mi casa al rato después, igualmente de excitado, me acosté con la intención de masturbarme, pero cuando ya tenía mi pene en mi mano, me sentí culpable y sucio, como si querer tener relaciones con alguien de mi mismo sexo fuera algo malo. Lo solté y traté de pensar en cualquier otra cosa hasta que me quedé dormido, pero aún no puedo sacármelo de la cabeza, y escribiendo ésto quizás pueda ordenar mejor las cosas.



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