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Escapar a tiempo

Fui administrativa junior para una agencia de aduanas del centro de Santiago. Aunque mi trabajo era de externa, muy sencillo y no ganaba tanto como mis otros colegas, me gustaba mucho: pasaba parte del día fuera retirando y llevando documentos, atendía clientes, realizaba compras de oficina en sus cercanías, a veces iba al aeropuerto y conocí mucha gente linda y maravillosa. Aunque me ofrecieron trabajar en ventas (armar mi cartera de clientes y ganar comisiones) rechacé el puesto, porque odio vender y no es lo mío. Habría ganado muy buenas lucas, pero no.

En eso todo bien.

El problema surgió entre febrero y marzo de 2016, cuando el mayor y mejor cliente de la empresa recibió una carta de la Tesorería General de la República, por una deuda de $500.000.000 en impuestos aduaneros, carta de debería haber llegado al dueño de la agencia y no a él. ¡Quedó la caga! De inmediato, el cliente N°1 mandó a la chucha a la empresa, quien perdió al pez más gordo de su cartera. Meses atrás intuí que algo malo pasaba en la empresa, hasta que ocurrió esto, e incluso recordé lo dicho tiempo atrás por una encargada de ventas, quien contaba con una amplia experiencia, y arrendaba oficina con nosotros: 'en muchas agencias se tientan con la plata y hacen lavado de dinero por años, hasta que los pillan y se van a quiebra'.

La persona que me contrató no quiso darme más detalles por no considerarme a la altura de los demás trabajadores (para él y algunos colegas, yo era la tonta e inútil de la oficina), cosa que me desmotivaba seguir ahí, pero me ofreció la posibilidad de trabajar medio tiempo por la mitad de mi sueldo o buscar otra pega. Todo me dio lata, porque el contratista fue un familiar y me dio una oportunidad de trabajar allí, sentía que una parte de mí le debía mi lealtad, pero mi otra parte me pedía ser discreta y pensar en mi. Me estaba sintiendo como una rata que sale del barco cuando se está hundiendo, pero por otro lado sabía que los demás no dudarían en hundirme con ellos por ser la junior que deja los papeles, la cabra tonta y lesa. Así que hablé con mis mejores amigos, quienes me dijeron que en lavados de dinero siempre hay más de dos personas implicadas, que mi mi tío también podía estarlo (cosa que no dudo, porque adquirió sus cosas y construyó su propia casa, y que tiempo atrás lo atribuí a sus esfuerzos. Espero equivocarme) y que si tienen que culpar a otro, lo van a hacer. 'Ve por ti, renuncia y ponte a buscar pega', esos fueron sus consejos y lo seguí. Al mes siguiente, empecé en un buen lugar, con un excelente equipo de trabajo, buenos jefes y supervisor.

Meses después, supe que los demás clientes se estaban yendo e incluso demandaron a la agencia por el mismo asunto. Al año y medio después, el dueño se tiró a quiebra porque la situación era insostenible.

Hasta la fecha, no he vuelto a saber más de nadie. Comprendí que en situaciones límite, debemos ver por nosotros mismos y por quienes te aprecian, que sólo tú te puedes salvar y nada debes a quienes te ven como basura, aunque des lo mejor de ti. También a ser muy cuidadoso con los puestos y lucas que te ofrecen, que es preferible ganar $300.000 de forma honesta que $500.000 a $1.000.000 o más, a costa de los clientes que confían en tu profesionalismo. Si van a ganar tal cantidad, que sea de buena forma. Es mejor la tranquilidad y libertad, que la angustia y la paranoia de saberse haciendo algo mal y que te pueden pillar tarde o temprano.



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