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Quizás está prescrito

Era una mañana de diciembre de 1987. Yo era un estudiante de séptimo básico de un colegio básico municipal en el sector oriente de Santiago.

Estábamos en hora de matemáticas, cuya clase era impartida por la profesora María.

Corría un rumor en el curso de que dicha profesora tenía una relación afectiva con el profesor de música de ese entonces. Era tan solo un rumor, dado que ambos profesores eran amigos y ella lo llevaba a su hogar al término de algunas jornadas, ya que vivían en la misma calle en Las Condes.

Yo había cometido el error de comentar este rumor con dos compañeras, una de ella de nombre Jacqueline, que era la alumna preferida de dicha profesora.

Estas alumnas, en la fecha mencionada, se acercaron a la profesora de esa asignatura, llamada María, acusándome de haber inventado tal rumor. La profesora gritó de pronto 'Alumno XXXXX, venga para acá!'. Sorprendido, me acerqué y pregunté qué pasaba. Ella me exigió gritando que le dijera que andaba comentando yo acerca de ella. Supe de inmediato que se trataba del rumor que habíamos hablado con mis compañeras, dado que ellas estaban allí, desafiantes. Cabe señalar que ellas habían hablado mucho de este tema conmigo durante varias oportunidades, interesándose en ello. Como que buscaban hablar del tema.

Temeroso y erróneamente asumí la completa responsabilidad de aquel rumor, indicándole que fue un error de mi parte. La profesora reaccionó con ira y procedió a abofetearme. Intenté indicarle los pormenores, disculpándome y reiterándole que fue un error. Fue entonces cuando me golpeó nuevamente. Todo esto en presencia de mi curso, un 7mo año básico, que era de alrededor de 40 alumnos.

Fui llevado a la oficina, donde la profe María me acusó con la directora de entonces (Sra. Marta) y la subdirectora. Cuando intervine y les expliqué la veracidad de lo que había pasado, la profesora volvió a golpearme en presencia de ellas, quienes no reaccionaron ante su actuar.

Luego la profesora desapareció de la sala y quedé yo con la directora y la subdirectora, quienes me hicieron 'entrar en razón' comprometiéndome yo a tener más cuidado con mis conversaciones (luego de sendas llamadas de atención).

A los minutos, entró nuevamente la profesora, quien traía el libro de asistencia y me hizo leerlo, con lo cual me demostró que ella y el profesor de música figuraban con domicilio en la misma calle, motivo por el cual se iban juntos en su vehículo.

Lo sé señorita, sí, fue un error - contesté con miedo y voz atiplada. Fue entonces cuando me abofeteó por cuarta vez.

Minutos después, entraron unas compañeras intentando defenderme, indicando que las compañeras que me habían acusado también hablaban del mismo tema constantemente. No fueron atendidas por la dirección ni por la profesora.

Llegó el momento del recreo y todo mi curso estaba afuera, esperándome y solidarizando conmigo, además de la lógica curiosidad.

Durante ese recreo, con toda esa presión, conversó conmigo mi profesora jefe de entonces, la Sra. Gloria. Ella fue cortés al hablar conmigo, pero lamentó el hecho y me enrostró mi deslealtad, especialmente con el profesor de Música, en cuya asignatura yo me había destacado significativamente.

Durante la jornada, me enteré que mientras me habían llevado a la oficina, el curso había quedado solo y haciendo un gran desorden en la sala, en rechazo al trato que se me estaba dando. Sin embargo, yo creí que me merecía eso y más, dada la reacción de la profesora María y de la directora y subdirectora.

Posteriormente, estábamos en la hora de Castellano, en la hora última, donde la profesora de dicha asignatura nos preguntó qué había pasado, dado que María se había ido muy alterada del establecimiento. Una compañera, en forma objetiva, comenzó a relatar lo sucedido. Yo intervine comenzando 'bueno, es que un error que cometí yo...'. La profesora, en forma amable, valoró que yo asumiera mi responsabilidad. A los minutos, entró la directora, la Sra. Marta, muy molesta y enfrentó al curso. Exigió honestidad de todos y ordenó que se pusieran de pie todos quienes habían hecho desorden durante los hechos que he contado. La gran mayoría se puso en pie y, para el asombro de ella, hasta los alumnos de mejores promedios y mejor comportamiento también habían participado. Varias personas indicaron que les parecía injusto lo que me había sucedido. Sin embargo, la directora aseguró que yo me merecía tal castigo y me gritó a mí delante de todos que yo había estado 'lavándome la boca' (sic) con mis profesores.

Fue cuando, finalmente, exploté en llanto. La directora, finalmente, se retiró de la sala.

Cuando mis padres se enteraron por mi mismo, naturalmente, me llamaron la atención, pero de todos modos mi madre concurrió al colegio para reclamar por el trato recibido por mí (cuatro golpes propinados en público por una profesora), señalando que existían varias alternativas de disciplina, pero que no aceptaba que me golpearan. La directora contestó que era grave lo que yo había comentado y fue humillante con mi madre.

Tiempo atrás me enteré de que, además, una apoderada, madre de uno de mis compañeros y amigos y que ocupaba un cargo importante dentro del Centro de Apoderados, concurrió también al colegio junto con mi compañero, donde la directora, justificando a la profesora, les mostró un escrito que la profesora María había dejado en el libro de clases, en el cual expresaba que mi actuar pudo haber afectado su matrimonio. Dicha apoderada, molesta por la situación, le llamó la atención a la directora, dejándole claro que lo más grave no había sido mi comportamiento, sino que el hecho de que una profesora del colegio haya golpeado a un alumno con el beneplácito de la dirección. La apoderada le advirtió las eventuales consecuencias si este acontecimiento fuese conocido en la Corporación de Educación y Salud de la comuna.

Cabe señalar además, que varias veces la profesora María había tenido arrebatos algo humillantes con los alumnos. Sin embargo, creo (y espero) ser el único a quien abofeteó.

Al año siguiente me extraño que la profesora en cuestión me tratase de manera normal, sin enfrentarme para nada y yo me sentí con miedo durante mucho tiempo pero 'perdonado' por haber sido, según yo, una persona tan, pero tan siniestra.

Cada día, desde aquella fecha de diciembre, he recordado tal suceso. Siempre las personas a mi alrededor me han preguntado los motivos de mi autoestima prácticamente nula, mi poca confianza en mí mismo, inseguridades y de soportar que cualquier persona me dañase y frecuentemente culpándome de cualquier situación que me afecte. Mi adolescencia fue difícil y, en la adultez, este suceso también ha afectado significativamente mi desempeño en muchas áreas. Aún me cuesta creer que soy capaz de realizar actividades con las cuales pueda aportar algo. Siempre he pensado que si, por ejemplo, consigo un trabajo, ha sido por cualquier motivo, hasta solidaridad, menos que yo sea una persona confiable. Crecí toda mi juventud sin vislumbrar ningún atisbo de virtud en mi persona, sólo defectos.
Por la ayuda de una persona cercana, pude iniciar las averiguaciones de como proceder frente a las autoridades municipales y de educación. Respecto de la profesora, sé que continúa trabajando en un colegio municipal, aunque, afortunadamente, no enseñando a los alumnos. Intenté varias veces comunicarme con ella y solicité una entrevista. No era mi intención acusarla ni demandarla, sino solicitarle que me ofreciera disculpas públicas y reconociera su error, que tanta consecuencia negativa me causó. Por salud mental, mi intención ha sido sencillamente enfrentar el caso y poder perdonarla, pero ella se niega.

Tuve una entrevista por zoom con varias personas quien posteriormente coordinó una reunión entre mí y la directora del colegio en el cual trabaja la profesora María actualmente. A través de ella, se solicitó una reunión con ella, quien respondió no conocerme ni recordar el suceso acaecido, añadiendo que por ningún motivo aceptaría reunirse conmigo.

Asimismo, me indicaron que iniciarían una investigación y me informarían de ello. Hasta el día de hoy, desconozco lo sucedido.
Tengo testigos que pueden corroborar lo que he expuesto. Este suceso fue tan grave para mí pero infortunadamente puede que sea prescrito, aunque los daños psicológicos sean permanentes. De hecho, si no me atreví a denunciar antes, fue producto de los constantes miedos e inseguridades que me caracterizan desde aquél día.

Sabía que hace pocos meses una ex alumnas de un colegio sufrieron el acoso de un profesor hace cincuenta años y la denuncia está en curso. Lo mío fue en el año 1987, pero tal vez el hecho que sea hombre y solo una víctima, ese delito se declare prescrito...



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