Reestablecer contraseña

La dirección de correo electrónico está asociada a tu cuenta.

¿Por qué registarse?

Full Confession Control

Actualizar / eliminar o editar tus confesiones.

Notificaciones

Suscríbase para recibir notificaciones por email con las respuestas a tus confesiones.

Publicidad

¿Quieres publicitarte con nosotros? Comienza creando una cuenta.

¿Tienes alguna confesión laboral?

El nombre es opcional o puedes poner un seudónimo si lo deseas.

Cuando era niño, siempre veía a mi papá llegar a la casa del trabajo, cansado, enojado, como que lo peor de la vida fuera ir al trabajo. Aun así recuerdo que me llevaba dulces, candies masticables, y cualquier detallito. No se como tenía el ánimo de levantarse cada día, probablemente éramos nosotros, su familia, lo único que lo motivaba para ir a un trabajo que no lo hacía feliz.

Después, crecí me perdí muchas de sus llegadas a casa, pero supongo que siempre llegaba con la misma cara de hastío y cansancio que le veía de niño. Ya no llevaba dulces ni nada. Obviamente cuando uno crece pierde un poco la cercanía con los padres, pero de vez en cuando me acordaba de los dulces y candies que llevaba y hasta podía sentir ese sabor a plátano de mis candies favoritos.

Tuve la suerte de estudiar en la universidad, y por tener buenas calificaciones me dieron becas por lo que no tuve que endeudarme ni tener pedirle a mi familia que me costeara la Universidad. Estudié lo que yo quise y soy orgullosamente un especialista en relaciones internacionales.

Cuando salí de la Universidad, mi padre cambió, no puedo decir si fue para bien o para mal, pero se cambió de trabajo... Ya nunca más seria empleado de nadie. Puso un quiosco cerca de la casa.

Su motivación también cambió, de aquí en adelante no se trataría de ganar mucho, ahora quería otra cosa. Nunca más no lo volví a ver con esa cara de que la vida se le consumía. Así como dicen que fumar un cigarro te acorta la vida en 15 minutos, cada día que trabajas en algo que no te gusta te quita un día completo de vida.

Siento que él nos regaló más de 25 años de su vida. Como tuve la suerte de estudiar y trabajar en algo que me gusta mucho, casi no puedo imaginar lo que es estar haciendo tantos años algo que no te gusta y hasta te fastidia.

Lo bonito es que ahora que tiene el quiosco, siempre que lo visito le regala a mis hijos de los mismos candies que me llevaba a mí cuando era chico... Y todos en el barrio lo conocen como don José, el señor del quiosco.



No te reprimas. Completamente anónimo.

Suscríbete a nuestra lista de correo.

Ingresa tu email y te mandaremos las últimas confesiones
Nosotros valoramos tu privacidad, nunca compartiremos tu correo con nadie.