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El amor a la comida

Me gusta una nutricionista, pero me siento indigno de siquiera hablarle.

En mi trabajo debo estar en constante contacto con profesionales de la salud, entre ellos, una nutricionista.
La mayoría de ellos son simpáticos cuando llegan con sus servicios realizados para recepcionarlos y contabilizarlos, sin embargo, ella siempre es más atenta, se queda a platicar un rato de otras cosas, como actualidad, hobbies, etc. A lo cual en mi idiotez me llegó a gustar.

Cada vez se me hace más difícil verla a los ojos cuando se sienta frente a mi, ver su sonrisa me sonroja y tiendo tontamente a hundir mi mirada en la pantalla del computador para no comenzar a tartamudear de lo nervioso que me pongo.

Por qué? dirán (algunos), y si, tengo sobrepeso. En mi mente sé que para alguien como ella uno es indigno, le deben gustar chicos esbeltos, deportistas o de talla normal a lo menos.

No soy tan gordo tampoco, llevo años intentando regular mi peso, con y sin profesionales y la última opción fue la que me resultó, pero desde que comencé a trabajar tras un escritorio volví a 'mi normalidad' y subí.

Y ese en mi desahogo, ahorrense comentarios de dietas y ejercicios, llevo casi 3 años haciéndolos sin fallar y ya me rendiré de levantar a las 5 de la mañana a trotar y pasando hambre día a día, solo quiero salir del trabajo y dormir nada más. Zzzz...



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