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Un soldado menos

Al principio comencé con todo, pero ya basta de saqueos, robos y destrucción, yo daré mi lucha en forma más personal y fuera de la calle. ( Basado en una carta famosa ):

Cuando se sabe que es posible robar y saquear sin arriesgarse a un castigo ni reprobación, se roba y se saquea; o al menos se rodea de sonrisas alentadoras a aquellos que roban y saquean. Si por casualidad se experimenta primero cierto desagrado, se calla y pronto se lo sofoca por miedo a parecer que se carece de virilidad.

Hay ahí una incitación, una ebriedad a la que es imposible resistirse sin una fuerza de ánimo que me parece excepcional, puesto que no la he encontrado en ninguna parte.

He encontrado en cambio personas, que hasta ese momento yo no despreciaba, a los que no se les habría ocurrido ir por sí mismos robar y saquear, pero que se sumergían en esa atmósfera impregnada de delincuentes con un visible placer. Nunca podré sentir por ellos, en el futuro, ninguna estima.

Una atmósfera así borra pronto el objetivo mismo de la lucha. Pues no se puede formular el objetivo más que reconduciéndolo al bien público, al bien de los hombres, y estos hombres tienen un valor nulo.

En un país en que los pobres son, en su gran mayoría trabajadores honestos, el mayor bienestar de los trabajadores debe ser un objetivo esencial para todo grupo de extrema izquierda; y esta lucha fue tal vez, al principio, una lucha por y contra las injusticias. Y bien, esos trabajadores, tan dignos bajo las humillaciones, no son para los saqueadores siquiera un objeto de curiosidad. Un abismo separa a los violentistas de la población honesta, un abismo semejante al que separa a los pobres y a los ricos. Se siente en la actitud siempre algo humilde, sumisa, temerosa de unos, en la soltura, la desenvoltura, la condescendencia de los otros.

Se parte como un soldado, con ideas de sacrificio, y se cae en una guerra que se parece a una guerra de mercenarios, con muchas crueldades de más y el sentido del respeto debido al enemigo de menos.



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